HE APRENDIDO Y SÉ VIVIR (Filipenses 4:11)
El Señor
Jesucristo oraba: “no te ruego que los quites del mundo, sino que los guardes
del mal.” El mundo, en el cual vivimos, es un mundo lleno de maldad; y
precisamente de esa maldad es que el Señor ruega que seamos guardados. ¿Por
qué? Porque, precisamente la maldad que existe en el mundo nos tienta y empuja
a tomar decisiones que nos pueden alejar más y más de Dios; y las injusticias
de la vida nos empujan a creer que Dios no tiene cuidado de nosotros. Una
verdad es cierta para todos: este es un mundo de maldad del cual debemos
guardarnos.
La Biblia nos
exhorta de la siguiente manera: “amado no seas vencido de la malo, sino vence
con el bien el mal.” Ahora, ¿Qué bien podemos hacer para vencer ese mal del mundo
llamado necesidad económica? No estamos diciendo que hay que renunciar al
derecho del sustento diario y al cubrimiento de las obligaciones; pero tampoco
podemos ver el mensaje del evangelio como sinónimo de soluciones estrictamente
financieras. Se nos olvida que Jesucristo es el Cordero de Dios que quita “el
pecado” del mundo.
Una vez más,
¿Qué bien podemos hacer?
- Hacemos bien en recordar que nada hemos traído a este mundo y que nada podemos sacar (1 Timoteo 6:7).
- Hacemos bien en aprender a contentarnos con lo que tenemos (1 Timoteo 6:8) Esto no quiere decir que no podamos progresar; pero si aprendemos nos va a guardar de la codicia.
- Hacemos bien en comprender y enseñar que el deseo de enriquecimiento puede conducir a una vida criminal. Como ejemplos tenemos los asesinos a sueldo, secuestradores, fleteadores, terroristas, y pastores de iglesias, entre otros, que acuden a toda suerte de métodos para despojar al prójimo de su sustento.
- Hacemos bien en atrevernos a salir de entre los espinos y los pedregales que hacen que la palabra de Dios sea infructuosa en nuestros corazones. Si no entiende este punto, busque en su Biblia la parábola del sembrador y léala. Además, en lugar de pararnos junto al camino, metámonos al Camino. Esto también procede de la parábola que hemos mencionado.
- Hacemos bien en aprender a no estar afanosos. Baste a cada día su propio mal.
- Hacemos bien en aprender a presentar nuestras peticiones delante de Dios (que no es lo mismo que andar todo el día pensando en el problema a la vez que nos mordemos las uñas, sudamos, se nos demacra el rostro o se nos cae el pelo (Filipenses 4:6). Hacemos bien si al mismo tiempo que presentamos nuestras peticiones delante de Dios, demostramos mediante nuestros actos que tenemos gratitud hacia Dios y aprendemos a amar a nuestro semejante. Esto es para confirmar que profesamos una fe viva que queda corroborada por medio de las obras, y para desterrar esa fe muerta y sin obras sobre la cual nos amonesta el apóstol Santiago.
- Hacemos bien en aprender a ser generosos; pues Dios ama y bendice al dador alegre. No todos pertenecemos a una misma clase social. Eso sí, debemos diferenciar al vago del pobre. La misma Biblia manda que el que no trabaja que no coma; y el que hurtaba, no hurte más; sino trabaje para que tenga qué compartir con el que padece necesidad (ver 2 Tes. 3:10 y Fil. 4:28).
- Haremos bien en aprender estas indicaciones. Al aprenderlas y comprenderlas podremos estar en condiciones de decir que también hemos aprendido a vivir, no solamente en humildad, sino también en medio de la abundancia. Pablo decía: “en todo y por todo estoy enseñado, así para tener abundancia como para padecer necesidad.” Sabía el significado de las palabras “y el mundo pasa; mas el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Juan 2:17).
Cuando hagamos
el bien que podemos hacer, entonces podremos decir que verdaderamente estamos en capacidad de vivir esta vida mediante Cristo que nos fortalece.
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