NO ES LO MISMO
MUY SEMEJANTES, PERO NUNCA IGUALES
No es lo mismo,
¡Santo Tomas de Aquino, que aquí no más nos lo tomamos! ¿Lo recuerda? Pues
bien. El asunto de confundir graciosamente algunos elementos puede no causar problemas.
Pero cuando la confusión pasa de lo esporádico a lo práctico, se nos trastorna
la historia.
La
idea de una sociedad “cool” o chévere nos empuja a
confundir las cosas, y fácilmente nos estimula a
darle valor a aquellas que en nada nos favorecen. En cambio, las que nos dan una formación adecuada comienzan (sin
darnos cuenta) a sernos fastidiosas, anticuadas, y retrógradas, aunque son todo
lo contrario.
El
tiempo que he vivido me ha permitido poner en balanza ciertos aspectos de la
vida cotidiana. Y he llegado a algunas conclusiones. Tal vez, estos aspectos no
sean nuevos para los que han sido parte
de generaciones anteriores a la nuestra; pero para el que aprende, como es mi caso, hay muchos que me
parecen novedosos, y he querido expresarlos usando la fórmula “no es lo mismo” una cosa, que otra,
como al inicio de este artículo. He aquí algunas:
No es
lo mismo ser pobre, que ser sucio y desaseado.
No es lo mismo no tener trabajo, que
convertirse en un vago y ladrón.
No es lo mismo pedir un favor, cuando la situación lo exige, que convertirse en una carga para los demás.
No es lo mismo pedir prestado, que
hacerse el desentendido y quedarse con lo ajeno.
No es lo mismo no poder llegar a tiempo, que
hacerle perder tiempo a los demás.
No es
lo mismo conocer las reglas del mercado financiero, que utilizar las mismas para
devorar el sustento del hombre.
No es
lo mismo el desarrollo de la personalidad, que criarse sin disciplina y
sin parámetros que señalen el camino correcto.
No es
lo mismo ser libre, que vivir desenfrenada y desordenadamente.
No es lo mismo ser educado, que adular a las personas
para sacarles provecho.
No es lo mismo la buena memoria, que entender por qué suceden
las cosas.
No es lo mismo buscar a Dios, que andar buscando milagros.
No es lo mismo tener
paciencia, que ser estúpido.
No es lo mismo darle empleo a una persona, que
convertirla en esclavo.
No es lo mismo sufrir en medio del problema, que
ser la causa del problema.
No es lo mismo experimentar las consecuencias de una
decisión, que decidir siempre mal.
No es lo mismo ser como un niño, que
ser infantil.
No es lo mismo conocer el abecedario, que
saber leer.
No es
lo mismo saber qué es un diccionario, que conocer el significado
de las palabras.
No es lo mismo un pueblo pobre, que
guarida de criminales.
No es lo mismo colocar la basura donde corresponde, que
tirar la basura en las calles anunciando la clase y calidad de quienes
transitan por ellas.
No es
lo mismo aprender a hablar y a escribir, que saber expresar las ideas
con claridad.
No es
lo mismo ir a la escuela, que tener deseos de aprender.
No es lo mismo ser famoso(a), que ser útil a la sociedad.
No es lo mismo cometer un error, que
portarse mal.
No es lo mismo sentirse cansado, que
ser flojo.
No es lo mismo lo que Dios ha establecido, que
lo que el hombre justifica.
No es
lo mismo reconocer el pecado, que apartarse del pecado.
No es
lo mismo un vicio, que volverse vicioso.
No es
lo mismo la verdad, que encubrirla para justificar la mentira.
No es
lo mismo conocer las leyes, que usar las leyes para condenar al justo y
justificar al delincuente.
No es
lo mismo la recompensa, que el soborno.
No es
lo mismo que Dios ame y bendiga al dador alegre, que querer comprar el favor
de Dios cuando se ofrenda.
No es
lo mismo tener esposa e hijos, que saber formar un hogar.
Seguramente
existen muchas cosas más que son muy diferentes unas de otras. Y aunque se les
cambie de nombre, no por eso serán lo que le llamemos, como bien sabemos, que
no es lo mismo ser vicioso que estar
enfermo. Usted puede continuar haciendo su propia lista si quiere. Pero por
lo pronto, oremos de la misma manera que lo hiciera el apóstol Pablo quien oró:
“Y ESTO RUEGO, QUE VUESTRO AMOR ABUNDE AUN MÁS Y MÁS EN CIENCIA Y EN TODO
CONOCIMIENTO PARA
QUE APROBÉIS LO MEJOR; PARA QUE SEÁIS
SINCEROS Y SIN MANCHA PARA EL DÍA DE CRISTO; LLENOS DE FRUTOS DE JUSTICIA, QUE
SON EN CRISTO JESÚS PARA GLORIA DE DIOS” (Filipenses 1:10)
¡Que Dios nos
ayude a ser capaces de distinguir entre lo bueno y lo malo!
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