NO PUEDE EXISTIR DE TODO EN LA VIÑA DEL SEÑOR


“Todas las cosas me son lícitas” decía el apóstol Pablo escribiendo en su primera carta a los corintios (1 Cor. 6:12) Y en el mundo contemporáneo esas palabras son utilizadas como “la razón y fundamento” de las muchas injusticias y vilezas que se cometen, de manera individual, y en ocasiones, de forma corporativa y gubernamental. ¿Por qué? Porque todo aquel que desea imponer su propia voluntad decide hacer lo que quiere sin interesarle ni tener cuidado del bienestar de su prójimo.
    Para algunos “todo me es lícito,” es sinónimo de “tengo derecho,” y/o “si todos lo hacen ¿Por qué yo no?” y “yo vivo mi vida como mejor me parece.” Para colmo de males otros agregan: “¿Quién es usted para juzgarme?
     Claro, el apóstol Pablo no estaba diciendo que podía hacer todo lo que quería sin sufrir las consecuencias de sus actos y/o que estos no afectarían la vida de los demás. Es más, inmediatamente después de haber dicho “todas las cosas me son lícitas” añade: “mas no todas convienen.” También utiliza la expresión “no me dejaré dominar de ninguna” y en el 10:28 de la misma carta añade: “no todo edifica.” Como podemos observar, tenemos aquí tres razones por las cuales una persona debe guardarse de cometer hechos que afecten negativamente la conciencia de otros.
    En el contexto general de la carta Pablo analiza la situación de la iglesia y rechaza el hecho de que dentro de ella existan las divisiones, las impurezas sexuales, los problemas matrimoniales, la idolatría, hace mención del atavío del hombre y de la mujer, del abuso de los dones espirituales, y los pleitos entre los miembros de la congregación (pleitos que ventilaban delante de los incrédulos).  Teniendo en cuenta toda esta condición problemática es que Pablo dice que efectivamente toda persona tiene libertad de conciencia. El mundo está en su legítimo derecho de escoger sus propios caminos; allí no tiene quien le recrimine; y aunque el mundo imponga sus costumbres cada cual determina lo que quiere en conformidad con sus preferencias personales.
    Muchos miembros de las iglesias tristemente también así lo creen y lo afirman. Pero para todo el que se confiesa cristiano, el asunto es muy diferente. El libre albedrío no es una licencia hacia el libertinaje ni existe a favor de la anarquía. A la iglesia cristiana no le conviene sufrir las circunstancias que se experimentaban en Corinto. Sin embargo, es dentro de las iglesias modernas donde –al igual que fuera de ellas- se menciona destrucción de hogares, venganzas pasionales, inmoralidad sexual, violaciones, enriquecimientos ilícitos, divisiones, falsos testimonios, en fin, toda una serie de situaciones que no debieran tener lugar pero que tristemente acontecen. El mundo aboga por sus derechos ante las instituciones y ante la Iglesia ya que es ésta la que por momentos hace oír su voz contra toda una serie de circunstancias sociales que resultan como consecuencia de la rebeldía del hombre contra Dios. Pero la iglesia ha cedido ante la voz de la sociedad moderna y comienza a tolerar entre sus miembros conductas que en otro tiempo no hubiese aceptado.
    Como podemos ver, hay ya ciertas prácticas que como dice el apóstol “no convienen.” ¿Por qué no convienen? Porque destruye el discipulado, la enseñanza de la sana doctrina, y el estudio de las Escrituras. Hoy, cualquiera se declara ministro o profeta de Dios, cualquiera mete las manos en el ministerio y se inventa “nuevas formas de ministrar” diciendo que es guiado por el Espíritu, cualquiera es llamado “siervo del Señor,” y la iglesia es solo un medio de enriquecimiento. Por estas y otras razones no conviene que la iglesia le abra la puerta a la apostasía (aunque parece que ya es demasiado tarde). Pablo decía en una de sus cartas que la iglesia es columna y baluarte de la verdad (1 Tim. 3:15) y como tal debe mantenerse.
    Todas las cosas me son lícitas pero “no me dejaré dominar de ninguna” aunque el mundo las apruebe y las confirme como derecho legítimo. Decía Pedro: “Juzgad si es lícito obedecer a vosotros antes que a Dios” (Hechos 4:19). Hoy, Está aconteciendo lo que Pablo había anunciado de antemano: “Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, antes teniendo comezón de oído, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias. Y así apartarán de la verdad el oído, y se volverán a las fábulas. (2 Tim. 4:3-4) RV1602. No le conviene a la iglesia la “mercadería” de que está siendo objeto. Como dijo un pastor: “no podemos dejar a un lado el estudio de la palabra de Dios para darle gusto al mundo” y/o como le dijo Dios al profeta: “no te conviertas a ellos, sino que ellos se conviertan a ti.” (Jer. 15:19) RV1602.         
     Amados, es hora de abrir bien los ojos. El mundo ha comenzado a imitar a la iglesia de Cristo pero no es más que una burda imitación: Cantan pero no adoran, dan pero no hay generosidad en sus corazones, piden mucho pero no han aprendido a orar, leen las Escrituras mas no aprenden de ellas, se dicen seguidores de Cristo pero aman las cosas del mundo, anuncian el evangelio pero no hacen un llamado al arrepentimiento, se emocionan pero no tienen los frutos del Espíritu Santo, se dicen espirituales pero satisfacen los deseos de la carne, sus predicadores aman sus vientres, dicen echar fuera demonios pero ellos son cueva de Satanás, hacen milagros pero las almas no se vuelven de sus pecados, no hablan de un nuevo nacimiento porque sus vidas no han cambiado, sus ministros no se atreven a servir de ejemplo a sus congregaciones, sus miembros buscan milagros mas no buscan a Dios;, parecen hijos de luz pero aún son hijos de tinieblas, no andan en luz y por eso no podemos tener comunión unos con otros. Bien dijo el apóstol: “no os juntéis con alguno que llamándose hermano sea…….con el tal ni aun comáis” (1 Cor. 5:11) RV1602. Todas las cosas son lícitas pero no debemos dejarnos dominar de ninguna aunque el mundo diga que nada malo hay en ello.
     Si todas las cosas me son lícitas, no todas convienen, y aun si todas las cosas me son lícitas, yo no debo dejarme dominar de ninguna, y aunque todas las cosas me sean lícitas, no todas edifican. Por lo tanto me es necesario aprender a discernir entre lo bueno y lo malo. Claro, lo que es bueno y malo delante de Dios. 
    No conviene, ni edifica nuestras vidas, mezclar la sana doctrina del evangelio con la filosofía que el mundo tiene para ofrecer. Definitivamente, no conviene, no edifica, ni podemos dejarnos dominar por las preferencias del mundo.
    Hace poco vi un anuncio en una iglesia tratando de “evangelizar” a la comunidad y decía así: “Este viernes: película gratis y maíz tostado totalmente gratis”. También he visto otros donde se anuncian juegos de lotería y he visitado iglesias que hacen rifas como parte del servicio de “alabanza a Dios” porque el pueblo de Dios es un pueblo alegre y porque donde está el Espíritu de Dios, allí hay “libertad.”. Otras, ofrecen tarjetas de regalo por valor de $100.00 US. Esto no es otra cosa más que la repetición de la ocasión aquella en que Jesucristo multiplicó los panes y los peces. Les dijo: “me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque comisteis pan y os saciasteis.” (Juan 6:26) RV1977. Del mismo modo muchos se sienten motivados a asistir a las iglesias por el beneficio que pueden obtener, mas no porque deseen escuchar palabra de Dios ni porque deseen convertirse a Dios de sus malos caminos. La iglesia no puede dejar de lado la amonestación hecha al profeta: “yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel, y oirás la palabra de mi boca, y los apercibirás de mi parte. Diciendo yo al impío: Impío, de cierto morirás; si tú no hablares para que se guarde el impío de su camino, el impío morirá por su pecado, mas su sangre yo la demandaré de tu mano. Y si tú avisares al impío de su camino para que de él se aparte, y él no se apartare de su camino, por su pecado morirá él, y tú libraste tu vida.” (Eze. 33:7-9) RV1909.

          Aunque todo me sea lícito, no todo edifica, no todo conviene, y no debo dejarme dominar por cosa alguna.



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