HAGAMOS LO QUE NOS DA LA GANA
HAGAMOS LO QUE NOS DA LA GANA
(Salmo 12)
El salmo 12:4
contiene una pregunta que es el eje central: ¿Quién es Señor de nosotros?
Es decir, ¿Quién
me gobierna, o quién tiene que decirme lo que debo hacer con mi vida? Si soy
persona libre, ¿A qué, o a quién debo sujetarme y por qué? Ese cuestionamiento
corresponde a la expresión “Yo tomo mis propias decisiones, y yo hago lo que me
da la gana.”
Claro, cada
uno es libre de escoger su propio camino y de hacer lo que mejor le parece.
Pero el Hombre es un ser que necesita ser enseñado e instruido. En otras
palabras, necesita de un guía y no puede evitar que quien le guía se enseñoree
de él. Siempre ha tenido que aprender. Y todo cuanto aprende lo ubica en uno de
dos extremos: el bien o el mal, lo justo o lo injusto, lo santo o lo impuro, con
Cristo o anticristo. Luego, quien desea aprender se somete. Y quien no se rebela aun después de
haber sido enseñado.
Ahora veamos
el desarrollo del salmo.
En el versículo
1 el salmista clama a Dios rogando por salvación ¡Salva oh Jehová! Y la razón
de su clamor es “porque se acabaron los piadosos. Porque han desaparecido los
fieles entre los hijos de los hombres.”
La piedad
(santidad) y la fidelidad a Dios va en decaimiento cada día. Son asuntos de
poco interés. Son temas que se consideran obsoletos y caducos. Pero Dios no ha
cambiado. Sin embargo, ahora es Dios quien le es fiel al Hombre. ¡Vaya! ¡Qué
cambio tan radical! Ahora es cuando el Hombre pretende enseñar los valores que
considera apropiados para su realización personal. Y su doctrina, es una
doctrina completamente humanista y pragmática en la que es aceptable todo
cuanto contiene el evangelio, pero del cual se desecha todo cuanto incomoda la
paz de los hombres. Ya no es Dios quien les enseña en su palabra escrita. Ahora
es, y la hora ha llegado en la que el Hombre desea formular y conceptuar a Dios
en semejanza de hombre corruptible, y declara que Dios es semejante a él. Y si
los hombres se pervierten, luego dicen que Dios los hizo así. Hablan con labios
lisonjeros, y con doblez de corazón (12:2).
Pero la teología
del salmo 12 es que Dios destruirá los labios lisonjeros y la lengua que habla
jactanciosamente. Dios destruirá a los
que han dicho: “Por nuestra lengua
prevaleceremos; nuestros labio son nuestros. ¿Quién es Señor de nosotros?
Por otra parte,
confesar con la boca que Jesucristo es el Señor de mi vida, o levantar una mano
en una asamblea, no es suficiente. A menos, que dicha confesión, brote de una
muy profunda convicción de que se ha aceptado el testimonio apostólico y profético
de las Sagradas Escrituras, y de que sus mandamientos gobiernan nuestra
conducta. “Vosotros sois mis amigos, si hacéis
cuanto yo os mando.” (S. Juan 15:14).
(12:5) Por la opresión
de los pobres (de espíritu), por el
gemido de los menesterosos (los que
tienen hambre y sed de justicia) dice Jehová: ¡Ahora me levantaré! Pondré
en salvo al que por ello suspira. Estableceré justicia,
el gobierno y el reino de Dios. Por el mismo motivo anuncian las Escrituras: ¡Venga
a nosotros tu reino! ¡Hágase tu voluntad! ¡No como yo quiero sino como tú
quieres! ¡En mi corazón he guardado tus dichos! ¡El hacer tu voluntad, Dios mío,
me ha agradado! ¡Sí, ven SEÑOR JESÚS!
(12:6) Las palabras de Jehová son limpias.
Este versículo exalta la grandeza de la palabra de Dios frente a la palabra del
Hombre. Uno de los dos tiene que prevalecer porque no se puede tener dos señores.
Antes como está escrito: Sea Dios veraz y todo hombre mentiroso. Los
mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón, que alumbra los
ojos. Son justos, tu siervo es además amonestado con ellos. En guardar tus mandamientos
hay grande galardón.
(12:7-8) Tú, Jehová, los guardarás. Dios guarda
a cuantos aman sus caminos y sus mandamientos antes que sus caprichos.
Y el final del
salmo nos indica la condición social que surge una vez que los malos y los
corruptos toman el poder: “cercando andan los malos” cuando la vileza (la
bajeza de la vida moral y ética de los hombres) es exaltada entre los hijos de
los hombres. “Ningún vicio es perjudicial excepto el evangelio de Jesucristo”
dijo Nietzche. Sus palabras enaltecen la vileza contra la cual el evangelio se
levanta y contra la cual el salmo declara que Dios destruirá.
Es decir,
siempre están acechando y tramando cuál es el próximo paso a seguir para
asegurar el triunfo de su maldad. Para poder decir con orgullo gehenal ¿Quién es
SEÑOR de nosotros?
Resta recordar
las palabras de Josué: “Escojan hoy a quién le van a servir: si a Dios o a los
baales.” De un modo o de otro somos siervos de aquel a quien servimos. Y quien
contra Dios se rebela, le sirve al diablo aunque jure por su vida que no es así.
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