EL MEJOR DE LOS PRODUCTOS EN UNA SOCIEDAD DE CONSUMO


Recuerdo que en mi niñez,  muchas veces veía en el mercado y en las calles, grupos numerosos de personas haciendo un ruedo alrededor de un hombre hablador y palabrero que procuraba convencer a la concurrencia para que compraran su producto. De acuerdo a su estilo oportuno y a la manera de anunciarlo, pregonaba que éste era barato, efectivo, capaz de combatir todos los males entre los cuales estaban el mal de ojo, la mala suerte, la pobreza, el desempleo, las enemistades, la rebeldía de los hijos, la infidelidad conyugal, las traiciones, el desamor, la amibiasis, el estrés, la falta de memoria, y hasta el mal aliento. En otras palabras, aquel hombre conocido por el motete de “culebrero” tenía la solución final a todos los males y a la interminable lista de los problemas del ser humano. Debo decir que en aquel entonces, el hombre daba la impresión de que lo sabía todo; pero ahora que reflexiono de adulto me doy cuenta que no daba signos de ser amante del pensamiento ni de la buena filosofía que guía a la verdad.  Eso sí, irradiaba muchas ganas de que por lo menos un crédulo espectador  adquiriera “su gran ofrecimiento.”

Genialmente, infundía miedo a todos haciendo creer que cargaba una serpiente venenosísima dentro de una caja vieja de cartón que había colocado en el piso de la calle, la cual estaba amarrada con una vieja cabuya. Las personas a su alrededor saltaban del susto cada vez que golpeaba la caja por miedo a que la serpiente saliera corriendo a morder al que estuviera más cerca. Lo cierto es que nadie se atrevía a dudar del contenido y mucho menos a tocarla. Aunque de aquella caja no recuerdo haber visto animal alguno.
Terminado su “exordio”  se acercaba a los presentes y les insistía a comprar “el antídoto milagroso,” pues hasta el mismo demonio saldría huyendo si alguno hacia buen uso de tal adquisición.

La anterior narración y mi observación personal me dice hoy que una sociedad como la actual, tan acostumbrada a consumir cualquier oferta, crédulamente opta por aceptar promesas como estas: “compre uno y el otro es gratis,” “compre a crédito sin cargos de financiamiento,” “se ofrece el 75% de rebaja en el precio del producto,” (lo cual no es cierto, porque ¿Cuál es la ganancia?). Esto da la impresión de que la situación es análoga en el medio religioso y espiritual.

Abundan cada día nuevos “culebreros” que ofrecen grandes ofertas en el nombre del Señor Jesucristo. Algunas “ofertas” tienen una base bíblica pero se hallan mezcladas con una gran cantidad de preferencias humanistas. Dicen: “Si tan solo confiesas con tu boca que Jesucristo es el Señor, tu nombre queda escrito en el libro de la vida;” “tú no tienes que hacer nada;” “te ama tal y como eres;” “no te va a condenar;” “sabe que tú eres débil;” “que no puedes contra el pecado;” “Dios te hizo así,” “no tienes que cambiar,” “Dios conoce tu confusión,” y “tiene un plan para tu vida (el cual nadie conoce pero insisten en que Dios…. tiene un plan);” “Dios te llama.” Y a esto podemos agregar el “poder divino” contra los males que anunciaba el culebrero de la historia. Y es que la tendencia del ser humano es egoísta; todo lo quiere para sí mismo, a su propia conveniencia y no conforme a la voluntad de Dios. Por ello es que sigue “la mejor de las ofertas” sin importar las consecuencias; “primero el gusto y después el susto” (dicho popular).
Después de su mensaje viene el llamamiento a dar. Porque es necesario sembrar una semilla de fe, hay que dar “las primicias,” o “el diezmo forzado,” o “las ofrendas  voluntarias.” Todo esto es para que el Señor prospere tu vida, y tu casa, y tu artesa de amasar. Y serás bendito en el campo, bendito en la ciudad, bendito al salir, bendito al entrar, serás cabeza y no cola. Y todo te saldrá bien. “Si tu das cien, el Señor te dará mil.”
Si no se hace lo que se pide entonces comienzan a “golpear” la caja con el monstruo de la amenaza. Luego claman que ¡es necesario tener fe! Lo interesante de estos palabreros piadosos es que ninguno de ellos ejerce la fe que exigen. Dicen que ésta hace falta para gozar de los beneficios del evangelio que hoy han sido reducidos a las “añadiduras” y no a la búsqueda del reino de Dios y su justicia. Ellos pregonan el nombre de Cristo lo mismo que los “culebreros.” ¡Cristo es la solución a todos tus problemas! Y esto produce un efecto similar al que narra el evangelio: Que siguen a Jesús tan solo por la conveniencia de obtener lo que les interesa (S. Juan 6:26) mas no porque deseen practicar sus mandamientos y su justicia.

La crédula congregación no se inmuta, ni investiga, ni razona lo que se le anuncia porque “la fe lo puede todo.” ¡El todo es que tengas fe! Y es que hasta el mismo demonio cree que Dios es uno (Santiago 2:19) pero aun peor es llegar  al punto de que ya no importa si esa fe es puesta en alguien aparte del Señor Jesucristo. Y el pastor es el único que lo sabe y lo entiende todo. Solo el “culebrero sabe lo que guarda en su caja.

Hoy, a cualquier mensaje halagüeño simplemente se responde ¡Amén, aleluya! Y cada uno para su casa a esperar el milagrito.
¿Dónde ha quedado el llamamiento al arrepentimiento? ¿La invitación a combatir contra el pecado? ¿La enseñanza de los mandamientos? ¿La muerte del pecador y la recompensa del justo? ¡Parece que todos van al cielo! ¿Qué de dejar toda palabra ociosa? ¿Acaso Dios no ha de juzgar las acciones de los hombres? ¿Dios no traerá toda obra a juicio? El Juez de toda la tierra ¿No juzgará la obra de cada uno? ¿Acaso Dios, Jesucristo, no es el SEÑOR?  ¿Para qué nos sirve el nombre de Cristo, si no es para pedir, pedir, pedir, pedir y pedir?
¿Cuándo aprenderemos a reconocer que verdaderamente Jesucristo es el Señor, y que nosotros somos polvo de la tierra? ¿Hasta cuándo hay que soportar tanto culebrero, con sus “dulces” mensajes embadurnados del falsamente llamado amor? Falta poco para que el justo sea tenido por escoria del mundo, anormal, racista, discriminatorio, homofóbico, atrasado, incivilizado, ignorante, retrógrado, e indeseable. Quienes no deseen ser considerados de tal manera van a tener que “nadar” en la corriente del mundo y sus ideologías. A los tales les viene bien la palabra apostólica “mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, tornarse atrás del santo mandamiento que les fue dado. Pero les ha acontecido lo que por un verdadero proverbio se suele decir: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno. SSE (2 Pedro 2:21-22). El diablo ha descendido con gran fuerza sabiendo que le queda poco tiempo.
Ahora más que antes se hace vital renovar la mente con el mensaje completo, y no parcial como el que está de boga. El cual utiliza ciertos versículos de la Biblia, a su conveniencia, para endulzar el oído de los oyentes. Tal es el “evangelio de los culebreros.” Ofrecen solución a todo problema pero nunca buscan que el hombre pecador se arrepienta de sus caminos y se vuelva a Dios el cual será amplio en perdonar. Bien aconsejó el Señor a la samaritana Vete y no peques más” ¿A quién hemos de escuchar ahora? ¿A los “culebreros modernos”? O ¿Atenderemos al testimonio escrito de apóstoles y profetas? Esto es una decisión muy personal e individual. Para terminar citamos las palabras del proverbista quien dijo que tres cosas le eran ocultas; una de ellas era y sigue siendo “el rastro de la culebra sobre la peña” (Proverbios 30:19).

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