HOMBRES CON HOMBRES, MUJERES CON MUJERES
¿PROGRESO O PERVERSIÓN?
Aunque no todos comparten un mismo pensamiento el ser humano es un ente
ético y moral.
Desde el día que el Hombre cedió a la tentación le fueron abiertos los ojos y
desde entonces puede discernir entre lo bueno y lo malo. Y al igual que Adán y
Eva (quienes vieron justificada su conducta y sufrieron las consecuencias de su
acto) debemos entender que nuestras justificaciones no necesariamente cuentan
con la aprobación divina.
No importa cuántos argumentos se publiquen a favor,
la degeneración y la inmoralidad sexual son actos reproblables y punibles
delante de Dios. Desde la prostitución hasta el
homosexualismo.
Hoy se quiere justificar esta conducta bajo el siguiente lema:
“Dios es amor.” Es cierto que la Biblia declara que Dios es amor pero el amor
de Dios pretende endosar la inmoralidad sexual
entre los hombres. Cuando la Biblia declara el amor de Dios, lo hace para
resaltar la voluntad que Dios tiene de salvar al pecador. Si se lee en la Biblia, que Cristo no vino para condenar al
mundo, se enfatiza el hecho innegable de que el Hombre es pecador y necesita salvación; y es aquí donde queda demostrado su amor.
En ningún momento Dios envió a su Hijo para que las mujeres dejaran el uso
natural por el que es contra naturaleza, ni para que los hombres dejaran el uso
natural de la mujer, ni para que se encendieran en su lascivia cometiendo
hechos vergonzosos hombres con hombres, ni para entregarlos a una mente
reprobada para que cometieran actos impíos. Es decir, Dios no envió a su Hijo
Jesucristo para que floreciera el homosexualismo ni la prostitución como el
último grito de la moda y mucho menos como símbolo de progreso y libertad de
expresión. ¡TODO LO CONTRARIO!
Pablo en la carta a los
corintios (1 Corintios 6:9-11) escribió: No os dejéis engañar; ni los
fornicarios, ni los idólatras, ni los
adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los
avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el
reino de Dios. Y esto erais algunos.
Como podemos notar, todo aquel que venía al conocimiento del evangelio de
Jesucristo abandonaba esa vida de inmoralidad sexual y cualquier otra
detracción que ocurriera en su vida. Desgraciadamente hoy se enseña que muchos
nacen así. ¡Seamos sensatos! Ninguno nació ladrón, ni borracho, ni maldiciente,
ni estafador, ni afeminado, ni homosexual, ni cometiendo adulterio o
fornicación. Estos son actos o conductas que los hombres aprenden, o que
podemos aprender si permitimos que los pensamientos que alimentan tales
pasiones se abriguen en nuestro corazón. “El
hombre es el amo de sus pensamientos, forjador de su carácter, y así, se
convierte en creador y modelador de sus propias condiciones, entorno y destino.
Un carácter noble, ético y admirable no es asunto de suerte o del azar, sino el
resultado natural de un constante esfuerzo en albergar los pensamientos
correctos” escribió sabiamente James Allen hablando sobre la verdad bíblica
de que “Como el hombre piensa en su corazón, el tal es él” (Proverbios 23:7). Y
la verdad expresada por Jesucristo quien dijo: “del corazón del hombre
salen los malos pensamientos” es la confirmación de la misma verdad.
Así pues, aunque muchos piensen justificar sus conductas inmorales, la verdad de Dios no va a cambiar. Ni Dios tendrá por inocente el culpable y la sentencia de que la
paga del pecado es muerte sigue vigente.
Si alguno desea acercarse a
Dios sinceramente y convertirse de su inmoralidad, la Biblia dice que hay
buenas noticias. Cualquiera puede ser transformado de nuevo a la imagen santa
de Dios. Porque aunque el hombre fue creado a la imagen de Dios, el pecado la ha destruido casi en su totalidad. Imagen que debe verse reflejada en una vida de
justicia y santidad delante de Dios y los hombres, y no en una vida licensiosa y libertina.
Para el que cree –al evangelio-
esto le es posible y dirá a su inmoralidad ¡quítate y échate en el mar y le será
hecho! Estas sí que son buenas noticias. Ese es el corazón del evangelio. Si
andamos en luz como él está en luz, tenemos comunión unos con otros y la sangre
de Jesucristo no limpia de todo pecado.
¿Desea ver su vida transformada
por el poder de Dios? Dios es galardonador de los que le buscan de todo corazón.
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