OTROS NOMBRES DE SANTOS FAMOSOS
¿A cuál de los santos te volverás para invocar
su nombre?
(Última Parte)
Curiosamente no es común ni
parece aceptable que alguien invoque el nombre de uno de los santos del Antiguo
Testamento para rogar a Dios. Por ejemplo, ninguno oraría a Noé, a Jacob, a David, a Samuel, o cualquier otro de los
profetas, a los cuales Dios habló, para pedirles favores o milagros. Lo usual
es invocar el nombre de alguno de los apóstoles del Señor, de María, o de algún
santo de siglos posteriores después de Cristo.
Ahora bien, los santos del
Antiguo Testamento dejaron muy en claro que para ellos existía un solo Dios
único y verdadero al cual buscaron, el cual por su gracia se manifestó a ellos,
y sus vidas fueron profundamente transformadas al punto que ellos quedaron como
sus testigos.
Ahora, el testimonio dado por
los santos y profetas del Antiguo Testamento acerca de Dios quedó ampliamente ratificado por Jesucristo
mismo de quien se testifica en el Nuevo Testamento que él es el Autor de la
vida (Hechos 3:15), el Creador de todas las cosas (Colosenses 1:16) y que él es
el Dios eterno que se hizo hombre (S. Juan 1:14).
El testimonio de los santos del
Nuevo Testamento acerca de Jesucristo es tan claro y tan evidente que no deja
lugar para dudas o malas interpretaciones con respecto a quién es él.
Analicemos las declaraciones que han quedado escritas en las páginas de los
evangelios y de las epístolas. Notemos lo que dijeron sus autores y otros
testigos presentes, testigos oculares, del suceso más excelente de la Historia
de la Humanidad.
Del evangelio de Juan tomemos las siguientes declaraciones: “En en principio era el Verbo, y el Verbo era Dios, todas
las cosas por él fueron hechas y sin él nada de lo que ha sido hecho fue hecho.
Él es la Luz del mundo, la Vida Eterna, él es el camino, es la verdad, es la vida,
ninguno viene a Dios el Padre si no es por él. Él y el Padre son uno solo. El
que lo ha visto a él, ha visto al Padre. El Padre habita en él y él habita en
el Padre.” Alfa y Omega, principio y fin de todas las cosas.
Del evangelio de Mateo: “Y
llamarás su nombre Emanuel que traducido es DIOS CON NOSOTROS”
Del evangelio de Marcos
tenemos registradas las palabras de Juan el Bautista quien dijo de Jesucristo “no
soy digno de desatar encorvado la correa de su calzado.”
El apóstol Pedro dijo: “no
hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres en el cual podamos ser salvos”
(Pedro mismo se incluye entre los que necesitan salvación). Él es el autor,
arquitecto de la vida. Piedra viva, escogida, preciosa (Cristo es esa piedra
viva) Roca de salvación. Señor nuestro.
Pablo apóstol dice de Jesucristo “mi Dios y mi Salvador, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. Todo
lo tengo por basura para ganar a Cristo, en él es justificado todo aquel que
cree, él es la propiciación por nuestros pecados (Pablo decía de sí mismo que era el primero de los pecadores porque
había sido perseguidor de la Iglesia), Dios fue manifestado en carne, él es
el único Mediador entre Dios y los hombres.
En el evangelio de Lucas hallamos
las palabras del ángel Gabriel quien le dijo a María: “has hallado gracia
delante de Dios.” Y luego en el mimo evangelio han quedado registradas las
palabras que describen la respuesta de María a la gracia del Señor: “Engrandece
mi alma al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador, santo es su nombre
(Lucas 1:43-49).
Por otra parte, Santa Teresa de Ávila en uno de sus
versos en el poema La Cruz dice “en
la cruz está la vida y el consuelo, y ella sola es el camino para el cielo.”
Claramente confesó que en el sacrificio de Cristo ella había encontrado la esperanza de salvación.
San Agustín escribió de la
siguiente manera: “nos has creado para ti mismo, y nuestros corazones están sin
descanso hasta que hallen su descanso en ti.” (Confesiones) ¿Quién te invocará
sin conocerte? “Porque aquel que no te conoce no puede invocarte diferente de
quien tú eres.” Con sus palabras confirmó la sentencia del mismo Cristo quien
dijo: Esta es la vida eterna, que te conozcan a ti el único Dios verdadero, y a
Jesucristo a quien has enviado. En otras palabras, conocer a Dios es conocer a
Jesucristo y conocer a Jesucristo es conocer a Dios pues en él (en Cristo)
habita toda la plenitud de la Deidad (Colosenses). No es necesario aumentar la
interminable lista de aquellos que en Jesucristo han hallado el perdón de sus
pecados. Como dijo el evangelista Juan 21:25 “Y hay también otras muchas cosas
que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en
el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir.”
El testimonio anterior es
demasiado claro como para terminar haciendo lo que no se nos ha ordenado. Si
Cristo Jesús es el Señor, ¿Qué nombre vamos a invocar para dirigirnos a Dios?
No hay que esforzarse demasiado para comprender que no hay otro nombre bajo el
cielo dado a los hombres en el cual podamos ser salvos, no hay otro nombre que
tengamos que invocar, no hay otro nombre que merezca la honra debida a su
gloria, no existe otro nombre que signifique DIOS CON NOSOTROS, no hay otro
nombre como el nombre de JESÚS que significa SALVADOR.
¿Se levantarán acaso los
profetas y santos del Antiguo y Nuevo Testamento a interceder por los hombres a
Dios? Ellos buscaron a Dios y Dios en su gracia se les manifestó pues Dios es
galardonador de los que le buscan (Hebreos 11:6). En lugar de invocar sus
nombres, ¿Por qué no seguir sus ejemplos?
¡Busquemos y acerquémonos al
SANTO de los santos! Su palabra escrita (La Biblia) nos ayuda a conocerle.
¿Tiene acaso usted un mejor nombre?
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