LO ÚLTIMO QUE SE PIERDEN SON LAS ESPERANZAS
La costumbre es decir siempre
que lo último que se pierde son las esperanzas. De ser así, es en vano luchar
ya que de antemano se afirma que vamos a perder. Ese tipo de esperanza
realmente no deja esperanza alguna.
En cambio, la esperanza del creyente en Cristo es
diferente porque éste (el creyente) no piensa perder aquello por lo
que por tanto tiempo ha esperado y aquello para lo cual ha dedicado su vida.
Decía Juan el apóstol en su
primera carta: “aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él
se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y
todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él
es puro” (1Juan 3:2-3).
La vida y la disciplina en
Cristo no son en vano sino fructíferas y de una gran recompensa, no solamente
en este siglo sino también en el venidero. “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una
esperanza viva, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible
reservada en los cielos para vosotros que sois guardados por el poder de Dios
mediante la fe en Cristo, para alcanzar la salvación que está preparada para
ser manifestada en el tiempo postrero dijo el apóstol Pedro (1Pedro
1:2-5) plenamente convencido de que era fiel quien le daba la promesa de la
vida eterna.
¿Piensa alguno que son en vano las
palabras escritas por los discípulos del Señor? ¿Habrá sido todo un engaño?
Muchos piensan que sí y por eso reniegan del evangelio aunque se hacen llamar “cristianos.” Pero aquellos que pensamos diferente ¿Qué tipo de vida llevamos a fin de ser
herederos de tal promesa? Ciertamente, el que vive y espera en Cristo se guarda
de las contaminaciones del mundo; y es a ellos a quienes les aguarda una gran
esperanza que no han de perder al final del tiempo. ¡Qué diferencia tan
abismal!
Ojalá que no seamos de los que
al final aun “pierden las esperanzas.”
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