MANOS A LA OBRA
¡MANOS A LA OBRA, ES HORA DE EMPEZAR!
A nuestra vida llegan momentos en
los que momentáneamente reflexionamos sobre nuestro pasado, e inmediatamente
concluimos cuán agradable sería regresar el tiempo para corregir los errores
cometidos, o para volver a tener aquella oportunidad que dejamos pasar, o tal
vez, para realizar aquello a lo cual nunca le dimos un inicio. Pero la vida es
así. No nos permite retroceder en el tiempo, los errores ya se han cometido, la
oportunidad no vuelve bajo las mismas circunstancias, y otras veces se nos ha
hecho demasiado tarde para remediarlo todo. Es triste, pero así es. Nos causa
dolor no poder volver a empezar y continuamos la vida cargando ese sentimiento
con la esperanza de que algún día las cosas mejoren, o confiando en que mañana será
mejor. Por esta razón abunda en nuestro tiempo el lenguaje positivista que, aunque
se escuche “muy positivo,” toda la ayuda que ofrece es un vocabulario que solo estimula
en las personas sentimientos de optimismo y de esperanza, pero no aporta
soluciones prácticas. También muchos versículos de la Biblia han sido sacados
de su contexto y han sido utilizados con ese tinte positivista, que muchos han
llegado a creer que por el simple acto de repetirlos en voz alta las cosas
suceden tal como se desean. Ahora, el lenguaje positivo tiene su lugar siempre
y cuando se utilice apropiadamente. Es decir, si se hace instructivo y se le
une a la acción que corresponde.
Veamos un
ejemplo de lenguaje positivo aplicado en segunda persona y notemos lo agradable
que se escucha: “Serás como árbol plantado junto a corrientes de aguas, darás fruto
a tu tiempo, y tu hoja nunca caerá; y prosperarás en todo lo que hagas.” Imaginar
que somos árboles plantados junto a corrientes de aguas hace que se nos hinche
el pecho de orgullo. Vernos fructíferos sin temor de secarnos es motivo de alegría,
y cuánto más si escuchamos que prosperaremos en todas las cosas. ¡Ah! ¡Esto sí
que es vida!
Pero de lo que no se hace advertencia es que
el texto, el Salmo uno, de donde tomamos la parte positiva, dice esto de todo
aquel que “no anduvo en consejo de malos, ni anduvo en camino de pecadores, ni
en silla de escarnecedores se ha sentado, sino que en la ley de Jehová está su
delicia y en ella medita de día y de noche.” Como podemos ver, si el lenguaje positivo
se hace instructivo y se le une a la acción que corresponde dará como resultado
consecuencias lógicas en lugar de esperanzas mal fundadas que solamente traen frustración.
La fórmula
correcta es la siguiente: si no andas en
el camino de los pecadores, sino que te deleitas en la ley de Jehová, y meditas
en su ley, de día y noche, entonces serás como árbol plantado junto a
corrientes de aguas, darás fruto a tu tiempo, tu hoja no caerá y todo lo que
hagas prosperará.
Ahora, tomemos
el sabio proverbio 13:4 que dice: Desea,
y nada alcanza el alma del perezoso. Sin embargo, el alma de los diligentes
queda satisfecha. ¿No percibimos en nosotros cierta pereza en asuntos que
requieren cuidado constante? Por esa pereza dejamos de alcanzar muchas metas en
la vida. Solamente cuando trabajamos
y nos esforzamos es que logramos alcanzar nuestros objetivos. ¡Pero hay que
tener cuidado! Si hacemos mal las cosas, los frutos serán desastrosos. No
podemos esperar buenos resultados de las malas acciones. Cosechamos lo que
sembramos. Los errores y las faltas siempre acarrean sus consecuencias. Así
mismo, las buenas acciones no quedarán sin recompensa, sino que a su tiempo darán
satisfacción a sus ejecutores.
Nuestra vida
presente se haya íntimamente ligada a las decisiones que tomamos en el pasado.
Ya no podemos cambiar lo que hicimos. Por supuesto que hay cosas que aún están a
tiempo de ser corregidas si actuamos con prontitud, pero no tratemos de reparar
un error cometiendo otro. Ahora debemos seguir adelante, no deseando
simplemente que todo cambie a nuestro favor, sino empezando a cultivar y a
sembrar las acciones que traen la verdadera paz a nuestras vidas.
“Deje el impío
su camino y el hombre inicuo sus pensamientos” Es un principio, una base
fundamental y la iniciativa correcta para evitar muchos dolores de cabeza hoy y
mañana. Aquello de que somos humanos y que todos cometemos errores no tiene que
ser el fundamento que gobierne nuestro diario vivir. Dejemos de hacer lo malo,
aprendamos a hacer el bien. “Todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo
justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay
virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.” (Filipenses 4:8).
No podemos dejar
que se nos haga tarde otra vez. Hoy es el día de comenzar a sembrar en justicia,
de empezar a construir una mejor vida, de establecer metas más altas, de abandonar
la pereza de acercarnos a Dios y de dejar de sembrar falsas esperanzas a fuerza
de repetir frases positivas. Como dijo el Señor Jesucristo: “no seáis como los gentiles
que piensan que por su palabrería serán oídos” (S. Mateo 6:7).
Es verdad, el
tiempo no vuelve atrás, pero Dios tiene misericordia y nos ofrece la
oportunidad de un nuevo comienzo para sembrar en justicia, y para que vivamos
quieta y reposadamente. Nuevamente, no es a fuerza de desear, o de repetir,
sino de actuar y poner por obra el mandamiento de Dios. Es tiempo de empezar a
trabajar bien.
“Trabajad, no
por la comida que perece, sino por la comida que permanece para vida eterna” fueron
las palabras de Jesucristo en el evangelio de San Juan 6:27. Y “No seas vencido
de lo malo, sino vence con el bien el mal” fue lo que recomendó el apóstol Pablo
a los creyentes en su carta a los Romanos 12:21). ¡Trabajar y vencer!
“Ve a la hormiga, oh perezoso, mira
sus caminos y sé sabio; la cual no teniendo capitán, ni gobernador, ni señor,
prepara en el verano su comida y recoge en el tiempo de la siega su
mantenimiento. Perezoso, ¿Hasta cuándo has de dormir? ¿Cuándo te levantarás de
tu sueño?
Comentarios