TREMENDO LOCO



El que tenga oídos para oír oiga


Lo último que nos hace falta en estos días es ver un loco diciendo por todas partes que puede salvar a la humanidad. Y lo cierto es que, no estamos en condiciones de que algo así suceda.

          Con todo, hubo uno del cual dijeron que estaba endemoniado y que era hijo de prostitución. La locura del hombre fue tal que su madre y sus hermanos lo andaban buscando en las calles de la ciudad porque ya su condición se había hecho un escándalo público. Muchos hubieran querido lincharle. Pero al final de cuentas decidieron darle muerte. Eso sí, no sin dejar de darle una paliza que a cualquiera de nosotros nos habría enviado directo a la tumba. Fue una vergüenza para su familia. Aunque algunos, a pesar de su locura, gustaban de él. Tanto que cuando murió lo lloraron. La demencia del hombre influyó tanto en sus simpatizantes que terminaron creyéndole las cosas que había dicho. ¿Quiere tener una idea de las cosas que dijo aquel loco? Estas fueron algunas de sus declaraciones:

El que bebiere del agua que yo lo daré, no tendrá sed jamás (vivía en el desierto)
Yo soy el pan de vida
El que cree en mí, de su interior correrán ríos de agua viva
Yo soy la luz del mundo
El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida
Yo soy la puerta, el que por mí entrare será salvo
Yo y el Padre uno somos
Yo soy la resurrección y la vida
El que cree en mí, aunque esté muerto vivirá
Yo soy el camino
Yo soy la verdad
Yo soy la vida
Ninguno viene al Padre sino a través de mí         
El que me ha visto, ha visto al Padre
Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, el que es y que era, y que ha de venir
YO SOY EL TODOPODEROSO

¿Qué le parecieron tales declaraciones? ¡Son impresionantes! Después de decir todo lo que dijo, terminó diciendo que era, nada más ni nada menos, ¡que Dios mismo!
¿Usted qué piensa? ¿Estaba loco? ¿Era un lunático? ¿Se le habría corrido la teja? ¿Se habría golpeado la cabeza en el taller de carpintería? Es que el hombre era carpintero de profesión. ¡Que ironía! ¡Lo crucificaron en un madero dizque para callarlo para siempre! A nadie se le priva de su derecho a vivir por estar demente o creerse otra persona. Con todo, a él sí lo crucificaron y hoy sus palabras tienen una fuerza inigualable que hace que, quienes le creen, se reconocen pecadores, se arrepienten y abandonan su pecado y su maldad.

          Aparte de Jesucristo, y me imagino que usted, amigo lector, reconoce que esas eran sus palabras. Ningún otro ser sobre la tierra puede declarar de sí mismo lo que él dijo. Nuevamente, “aquí entre nos, con toda confianza” ¿Usted qué cree? ¿Piensa que estaba loco? ¡Qué problemita! ¿Cierto? Pero, por otra parte, ¿Qué tal si el loco ese tiene la razón? ¿Qué piensa usted hacer? Porque si es cierto, lo cual yo creo que es así, entonces a usted le queda un asunto de vida o muerte por arreglar antes que sea demasiado tarde.

          Por último, si piensa que son ciertas sus palabras (las de Jesucristo, claro) ¿Qué le impide volverse a él? Porque si alguno dice que Jesucristo habló la verdad y no obedece sus mandamientos ¡Eso sí que es una locura!
Ahora, lo que queda bien claro, es que no hay, ni existe otro medio por el cual los hombres puedan ser libres de su maldad. ¿Tremendo loco? ¡No mi amigo! El loco es cualquiera que, deseando acercarse a Dios ignore la realidad y la verdad de sus palabras.

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