UN COMIENZO MUY DIFERENTE
CAMINANDO CON UN OBJETIVO DEFINIDO
Esta es una pequeña serie de
artículos con el fin de hacer comprensible la fe en Cristo a toda persona, que después
de prestar atención al evangelio, voluntariamente, a conciencia, y en pleno uso
de sus facultades toma la firme decisión de integrar a Cristo
a su vida, e integrar su vida en Cristo. Y
además ha decido recibir a Cristo como Señor y único
Salvador de su vida.
Utilizamos la expresión
“integrar la vida en Cristo” por la sencilla razón de que el ser humano –desde
la caída de Adán- nace bajo pecado, y separado de Dios. Como consecuencia, la
integridad de su ser ha quedado “incompleta”
y carece de la naturaleza divina que solamente a través de Cristo puede
alcanzar.
Si bien el
hombre puede formar parte del mundo que lo rodea y de la naturaleza a la cual pertenece,
ésta es una naturaleza caída y terrenal. Por lo que podemos entender las
palabras “Os es necesario nacer de nuevo” (S. Juan 3:7) dichas por el Señor
Jesucristo.
Este
nuevo nacimiento, como lo declara
Juan en su evangelio (1:13) no es obra humana sino un acto de Dios que
ningún otro ser puede realizar. Cuando Nicodemo preguntó ¿Cómo puede un hombre
nacer siendo viejo? ¿Puede entrar en el vientre de su madre y volver a nacer?
Jesús le respondió “el viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes
de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu”
(S. Juan 3:4-8). Es decir, cuándo sucede exactamente este nuevo nacimiento y el
instante en que es realizado por Dios, es difícil de contestar. Pero el milagro
más loable que un hombre o una mujer puede experimentar en su vida es
precisamente el nuevo nacimiento. El momento cuando siente que su vida comienza
a “integrarse” o a completarse con Cristo y en Cristo, comienza a desear ser
uno con él y su naturaleza terrenal empieza a ceder el paso a una naturaleza
nueva no experimentada antes. Como hemos dicho, es difícil de explicarlo, pero
no puede negarse que “algo nuevo” está teniendo lugar en nuestra vida de manera
tal que, (aunque no podemos decir con total exactitud el mismo instante en que
empezó a suceder) sí podemos identificar el tiempo cuando empezamos a notar ese
cambio.
También podemos
decir que los deseos que antes teníamos comienzan a perder fuerza, el vocabulario
toma otro acercamiento, anhelamos pensamientos más justos y mejores, la Biblia
cobra importancia y el mensaje del evangelio toma relevancia. Queremos
escucharlo, nos esforzamos por entenderlo, buscamos integrarnos al evangelio y
que el evangelio se integre a nuestras vidas. Deseamos conocer la voluntad de
Dios y obedecerla.
¿Qué está sucediendo? Sucede que
el “soplo de Dios” ha comenzado a obrar en aquellos que voluntariamente y en
pleno uso de sus facultades legales, habiendo oído las buenas nuevas de
salvación en Cristo, conscientemente han decidido recibir, aceptar y creer lo
que se les ofrece. No sin fundamento como si fuera un salto al vacío; o un
caminar sobre una cuerda floja con los ojos vendados. No. El evangelio nunca ha
insinuado este tipo de fe crédula e ignorante. Todo lo contrario, Dios es su
Piedra Angular. Cristo es el fundamento de apóstoles y profetas. Así pues, de
este modo comienza a tener cumplimiento el testimonio apostólico “si alguno está en Cristo, nueva criatura es” (2
Corintios 5:17). Esto es obra totalmente de Dios. Ninguno nace de Dios, sino
por el Espíritu de Dios. Siendo renacidos por la palabra de Dios que permanece
para siempre.
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