UNA NUEVA META POR ALCANZAR
PARECE INCONQUISTABLE, INALCANZABLE,
MUY LEJANA
Amar al prójimo como a uno mismo
es, en la elevada cordillera de las relaciones humanas, la más alta montaña. Su
cúspide, inconmovible sobre las alturas, siempre está allí presente. Parece
inconquistable, inalcanzable, muy lejana, y vista de reojo aun por el más
aguerrido de los espíritus. Sin embargo, ella evoca el mismo llamado del
humilde nazareno, “el que quiera, venga;” para coronar con su gloria el gozo de
valientes escaladores.
Quienes la
consideran obtenible, se reúnen en grupos de distintas perspectivas y nunca se
ponen de acuerdo. Es fácil amar a quienes nos aman, y acto liviano perdonar a
quienes queremos. ¡Cuánto mejor aun, si somos amados y favorecidos! Así, el
amor se torna egoísta. Y cuando se reduce a una mínima expresión de miope
afecto, el cual no puede ver más allá de lo que está al frente, ni lo que dejó
atrás, deja de ser amor. Ya no es la alta cima en la cordillera, sino un valle
erosionado de humanismo caído junto con sus esquemas sistematizados lo que
mueve el corazón de los hombres, y al cual no dejan de descender, para su
perdición, quienes aman su vida en este mundo.
No importa
cuántas definiciones elaboremos acerca del amor. La mejor y más sencilla de
todas es la que nos ofrece aquel que dijo “amarás a tu prójimo como a ti
mismo.” Nos recuerda que no somos únicos, que la vida no gira solamente a
nuestro alrededor donde el “yo” es el único centro. Uno de sus precursores,
valiente expositor, indicó que el cumplimiento de la ley es el amor.
Acostumbraba a decirlo de la siguiente manera: “no tengan deuda con ninguno. La única deuda que deben estar pagando
constantemente es la del amor mutuo; porque el que ama al prójimo, ha cumplido
la ley. Porque: no adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso
testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se
resume: amarás a tu prójimo como a ti mismo.”
Amar al prójimo como a uno mismo, no es una condición con
la cual nacemos. La tendencia nuestra es, por naturaleza, defensiva. Con el tiempo
se acentúa, y como la alta cima sobre la cordillera, la aventura de iniciar
nuestro ascenso, parece cosa de locos. Necesitamos aprender. Pero no aprendemos
de la noche a la mañana. Con todo, y a pesar de nuestra debilidad, estamos a
tiempo de iniciar el camino hacia una nueva meta que es representada por un
nuevo comienzo, e instruidos por una ideología muy diferente. Esta comienza en
casa (pues nadie ignora los conflictos familiares) y luego nos extendemos hacia
nuestro semejante.
Claro, no todos
caminan por esta senda y existen dificultades. Pero, conociendo la condición natural
del hombre, somos prevenidos de esta forma: “airaos,
pero no pequéis. Que no termine el día y vosotros aún con vuestro enojo. Sométanse
los unos a los otros. No seáis tropiezo a ninguno. Sigamos lo que contribuye a
la paz y a la mutua edificación. Bueno es no hacer aquello por lo que tu
hermano se debilite, ofenda, o caiga. Es malo hacer tropezar a otros con lo que
hacemos. El amor no hace daño al prójimo. Así que el cumplimiento de la ley es
el amor.
¿Aún
parece imposible? Bueno, por lo menos podemos empezar en casa sin tener que ir
muy lejos, y también podemos decidir no ser tropiezo para los demás. Parece una
locura, pero tiene muchísimo sentido. Ser perdonado es placentero, no obstante, no ofender es caridad.
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