CUIDANDO ALGUNOS Y DESCUIDANDO OTROS
su contenido tampoco
carece de la calidad literaria que los distingue de los demás; y sus
declaraciones no son de menor importancia al compararlos con otros textos
bíblicos
Del libro de los salmos Podemos seleccionar
algunos que, por su contenido, son más
apreciados que otros. En estos salmos, las declaraciones de confianza en Dios,
las promesas de su protección, su gracia y su misericordia que, son exaltadas
como sus más grandes
atributos, y su poder, abundan constantemente y llenan de esperanza nuestros
corazones sobre todo en tiempos de dificultad.
Aunque
siendo cierta la afirmación de lo dicho anteriormente, no podemos ignorar que
existen otros salmos cuyo contenido no nos es familiar. Y aunque tampoco
pertenecen a nuestra lista de salmos predilectos, sin embargo, no son menos
inspirados y su contenido tampoco carece de la calidad literaria que los
distingue de los demás; y sus declaraciones no son de menor importancia al
compararlos con otros textos bíblicos, que, favorecidos por las preferencias tradicionales,
alcanzan a desplazar estos escritos hasta lo sumo, que tal vez nunca serán leídos.
Que los ignore el incrédulo, no hay problema. ¿Pero, que los ignore quien declara
confiar en Dios? ¡Ya es una calamidad!
Por
lo que deseamos presentar uno de estos salmos en el presente artículo para que, leyéndolo con detenimiento y
aplicando sus declaraciones a nuestro diario vivir, logremos darle la
importancia que merece del mismo modo que hacemos con otros textos de la Biblia.
Ahora, deleitémonos en su lectura y en su enseñanza.
“Júzgame, oh Jehová, porque yo en mi integridad he andado; he confiado así mismo en Jehová sin titubear. Escudríñame, oh Jehová, y
pruébame; examina mis íntimos pensamientos y mi corazón. Porque tu misericordia
está delante de mis ojos, y ando en tu
verdad. No me he sentado con hombres hipócritas, ni entré con los que andan
simuladamente. Aborrecí la reunión de los
malignos, y con los impíos nunca me senté. Lavaré en inocencia mis manos, y así andaré alrededor de tu altar,
oh Jehová, haciendo resonar mi voz de acción de gracias, y proclamando todas
tus maravillas. Jehová, la habitación de
tu casa he amado, y el lugar de la morada de tu gloria. No juntes con los
pecadores mi alma, ni mi vida con hombres sanguinarios, en cuyas manos está el
mal, y su diestra está llena de sobornos. Mas yo andaré en mi integridad; redímeme, y ten misericordia de mí. Mi pie se ha mantenido en rectitud; en las congregaciones bendeciré a Jehová.” (Salmo 26).
La integridad pondera y
abunda en la mayoría de sus expresiones. Con cuánta seguridad se conduce
delante de Dios; sin duda que existe una fuerte disposición en pro de una vida
recta, de una conciencia limpia, sin falta, procurando la perfección, la
rectitud, y procurando exaltar el nombre de Dios en todo lugar; notemos las
palabras en las congregaciones bendeciré
a Jehová.”
Sin ser una amonestación apostólica, sin hacer del salmo un
tratado de ética y moral, sin pretender hacer un llamamiento profético al arrepentimiento, el autor
simplemente da a conocer lo que yace en el fondo de su corazón: un firme deseo
de ser hallado fiel delante de su Hacedor. No
juntes con los pecadores mi alma, ni mi vida con hombres sanguinarios, en cuyas
manos está el mal, y su diestra está llena de sobornos.
Ciertamente, cuánta firmeza
hay en sus palabras, determinación, disposición, voluntad de querer andar y
vivir por el camino que le es propuesto; tal como escribiera otro bíblico
autor: escogí el camino de verdad; he
puesto tus juicios delante de mí, me he apegado a tus testimonios, por el
camino de tus mandamientos correré, guíame por la senda de tus mandamientos
porque en ella tengo mi voluntad.
Parece que tenemos mucho que
leer y mucho que aprender de las páginas de la Biblia. Los días son cortos y
los tiempos son malos. Una buena lectura, por corta que sea, produce buen
resultado; sobre todo si es la palabra de Dios la que leemos, con cuidado y atención,
a fin de ser hacedores de ella y no simples lectores.
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