INCREÍBLE PERO MUY CIERTO
El extenso Salmo 119:1-3
¿Perfectos de camino? ¿Aman a Dios y sus mandamientos?
Dichosos, alegres, y favorecidos
los intachables, los de conducta íntegra, los que no tienen cargos en su
contra, los que no tienen de qué ser acusados; dichosos los perfectos en su
vivir diario, los que se comportan correctamente, los honestos, los que no engañan,
ni defraudan a su prójimo.
Bienaventurados
los que se conducen, andan, viven, observan y tienen presente la ley de Dios en
sus mentes y en sus corazones, que no se olvidan de sus mandamientos, que se
acuerdan de ellos para ponerlos por obra. Dichosos los que obedecen a sus
mandamientos y que frecuentemente investigan, buscan, persisten y no cesan de
buscar a Dios poniendo todo esfuerzo de su parte, que insisten en querer
conocer su verdad. ¡Estos son bienaventurados! Cuyas vidas son limpias e
intachables, que obedecen los estatutos de Dios, e insisten en continuar
conociéndole. Pues, los tales no cometen iniquidad en todo cuanto hacen, ya que
ellos obedecen los caminos y las leyes de Dios, y le buscan con todo el
corazón. ¡Estos son verdaderamente dichosos y favorecidos! Estos son los que
tienen hambre y sed de justica; de la cual, absolutamente, serán saciados.
Las palabras anteriores no son más que una simple paráfrasis de los primeros tres versículos
del Salmo 119 y que condensan la idea principal del documento. Para la mente
natural esto es inaudito, sin pies ni cabeza; pues ¿Quién cumple con tales
virtudes hoy? Claro, un mundo acostumbrado a la corrupción moral de sus
habitantes sostiene que todo esto es una utopía. Pero en el evangelio, este
ideal antiguotestamentario permanece vigente y sin alteraciones mediante el
advenimiento del Señor Jesucristo quien instruye a sus discípulos de la siguiente manera: En esto es glorificado mi Padre, en
que llevéis mucho fruto; así seréis mis discípulos. Como el Padre me amó,
también yo os he amado: estad en mi amor. Si guardareis mis mandamientos, estaréis en mi amor: como yo
también he guardado los mandamientos de mi Padre, y estoy en su amor. Estas
cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea
cumplido.
Mucha
razón tuvo el evangelista Juan al escribir que a quienes han recibido, y creído
en el nombre de Jesucristo, se les ha dado potestad de ser hechos (RV1960), es
decir, no de título ni
de nombre, sino de hecho y en verdad, hijos de Dios engendrados por su Santo Espíritu.
Así, se sobreentiende que es necesario volver a nacer, no por el proceso “Nicodemo”
sino por el proceso de la acción de Dios mediante su palabra, sembrada en el corazón
de los que tiene oídos para oír y de quienes al igual que el escritor del salmo
exclamaba: Tus testimonios son mis
delicias y mis consejeros (Salmo 119:24).
Es un camino muy alto y muy excelente;
digno de ser imitado. Es ético con magnificencia desde cualquier perspectiva
que se le mire y se le mida. Pero, sin duda alguna, es el mejor de todos los
caminos. Está muy por
encima de los nuestros y muy lejos del alcance del mundo. Como dice San Pablo:
El hombre natural (el hombre carnal) no puede percibir (aceptar) las cosas que
son del Espíritu de Dios, porque para él son locura (1 Corintios 2:14) pero no pueden ser locura para quienes
declaramos a Jesucristo como Señor nuestro. Porque quien verdaderamente es discípulo de Cristo aspira a ser su imitador; como dijo
el elegido de Tarso de Cilicia “ya no vivo yo, mas Cristo vive en mí.” Y esto no es una utopía; sus palabras son el
resultado de la verdad con la cual Cristo declaró ejemplo os he
dado para que vosotros también hagáis. Y como dice la Escritura: sus mandamientos no
son gravosos. En el evangelio somos llamados a ser los bienaventurados;
los perfectos de camino, llamados a ser limpios de corazón, a sufrir por causa
del nombre del Señor, a tener hambre y sed de justicia (no de venganza), a ser
sal de la tierra y luz del mundo, somos llamados para que Dios sea glorificado
por causa de nuestros hechos y nuestras palabras. Dicho de otra manera, somos llamados a ser
dichosos; bienaventurados; perfectos; llenos de frutos de justicia. Apreciado
lector, ¿No le atrae la idea de ser dichoso en conformidad al evangelio? ¡Anímese! Afirmemos nuestros pasos y corramos con
paciencia la carrera que tenemos por delante, andando en sus caminos.
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