UN EJEMPLO DIGNO DE IMITAR

IMITADME, COMO YO, IMITO A CRISTO

COLOSENSES 1:24

Dando instrucciones, dijo el Nazareno que, el discípulo no es mayor que su maestro. Pero, que le es suficiente al discípulo, llegar a ser como su maestro (Mateo 10:25).

         
Aquí, hemos tomado estas palabras solo para indicar la manera en que Saulo de Tarso, llegó a ser semejante al profeta de Galilea en su interés por la iglesia, es decir, por su pueblo -el pueblo de Dios- llamado a ser santo. Dicho de otro modo, Pablo hizo la causa de Jesus, su propia causa. Y así mismo, Pablo se daba por entero a fin de cumplir con su ministerio. Decía en su carta: “me gozo en lo que padezco por vosotros”, y: “cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones”.

Fácilmente alguien puede pensar que es contradictorio tener gozo en el padecimiento; y aun más perturbador es querer cumplir con las aflicciones que hacen falta. Y para completar el cuadro, se pudiera pensar que Pablo era algún masoquista.
Claro, decir que era un masoquista, no hace justicia a la ética moral del apóstol en sus escritos ni en sus testimonios acerca de sí mismo; pues con firmeza dijo: “de nada tengo mala conciencia”. Así pues, hay que descartar tan macabra idea. En cambio, son masoquistas el inmenso e incontable número de hombres y mujeres, que han sacrificado y ofrendado sus vidas por causas efímeras y banales, creyendo que su esfuerzo tenia valor.

Hay, no obstante, otro concepto de padecimiento que agrada a muchos, y es el del hombre que realiza actos heroicos desafiando obstáculos, y poniendo en riesgo su vida.  Quienes lo hacen, impresionan a sus espectadores, pero al final no son más que espectáculos circenses, que levantan la autoestima y el orgullo de sus protagonistas. A los espectadores, a cambio, solo les queda la satisfacción óptica tal como escribiera el sabio Salomón: “no se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír” (Eclesiastés 1:8).

El caso de Pablo es definitivamente distinto. Debemos notar que dice: “por vosotros” y “por su cuerpo, que es la iglesia;” haciendo referencia al Cuerpo de Cristo. El sufrimiento del apóstol no carece de objetivo o de propósito alguno. Tampoco es un padecimiento ciego, caprichoso, terco, ni estoico. Todo lo contrario. Es objetivo, humano, loable, y persigue un fin cual es: ser de beneficio para la vida de toda una comunidad de creyentes. Está dispuesto a darse el todo por el todo a favor de la Iglesia de Cristo, por encima de los intereses personales. Es un objetivo altamente altruista.

Del mismo modo, que de Cristo se dice en las Escrituras por cuanto derramó su vida hasta la muerte (Isaías 53:12), Pablo estaba dispuesto a ofrecerse como sacrificio vivo a favor de los creyentes. Para Pablo sería como decir lo siguiente: “si padezco no es en vano; y si me falta padecer aún, no es en vano. Este es mi trabajo; es mi labor; para esto he sido llamado. Yo sé a quién he creído. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en Él……a fin de conocerle……llegando a ser semejante a Él en su muerte; (el justo por los injustos) si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos (Carta a los Filipenses). Pablo había hecho la causa de Cristo, su propia causa.

¿Qué dijo Jesus acerca de su ministerio pastoral? “El buen pastor su vida da por las ovejas,” “pongo mi vida por mis ovejas,” “yo pongo mi vida,” (S. Juan 10:11-17). Y Pablo aceptaba y seguía en  obediencia el buen ejemplo de Cristo. La causa de Cristo, también era su causa.


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