UNO SOLO Y EL MISMO


El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo dices tú: ``Muéstranos al Padre? (Juan 14:9)

Un versículo que siempre me ha causado gran impacto es el número uno del primer capítulo del evangelio del apóstol Juan (1:1), que dice: “En el principio era el Verbo y el Verbo era con Dios y el Verbo era Dios. Éste era en el principio con Dios.”

          En el texto griego, justo en donde al español se traduce “Y el Verbo era Dios,” se lee perfectamente de la siguiente manera: “Y Dios era el Verbo” que a mi parecer enfatiza con mayor fuerza la declaración teológica que afirma que Jesucristo es Dios mismo. La versión “Biblia del Oso” de 1569 nos ofrece la siguiente expresión: “Y Dios era la Palabra.”

          Por la gracia de Dios tuve oportunidad de dedicar parte de mi tiempo al estudio del griego bíblico, hasta que personalmente fui capaz traducir, directamente y de primera mano, el primer versículo de tan hermoso evangelio; escrito casi al final del primer siglo después de Cristo. Y me di cuenta de que, en la versión Nuevo Mundo de las Santas Escrituras, este versículo es traducido de una manera muy singular. Pues, de todas las versiones bíblicas en ingles y en español, esta es la única cuyos editores tergiversan el texto declarando que “el Verbo era un dios” en contradicción con el resto de las versiones que convergen en una sola e idéntica sentencia: Y Dios era el Verbo, o el Verbo era Dios, es decir, uno solo y el mismo.


          Realmente, ese primer versículo no deja duda en mi mente que, lo que quiso decir Juan, fue que en toda la creación ninguno hubiera podido abrir el camino a la salvación del pueblo judío y seguidamente a todas las naciones, sino Dios mismo. Aquel que en el principio era el Verbo. Excepto que, para realizar tal obra, se hizo “carne” y “habitó entre nosotros y vimos su gloria, gloria como del Unigénito.” También lo dijo en su carta (1 Jn.1:3) “La Vida Eterna se nos manifestó.” Es decir que, si alguno venía de Dios directamente, en quien habitara su misma esencia y sustancia, y que fuera su misma imagen, la misma imagen del Dios invisible, ese era el mismo Jesucristo El Salvador, la Roca de Israel. Dios mismo. No podía ser otro. Ninguno puede salvar más que Dios mismo.

en quien habitara su misma esencia y sustancia, y que fuera su misma imagen, 

          Leí tantas veces el texto que, para explicar mejor lo que llegué a entender, elaboré una paráfrasis paralela del versículo mismo, pero utilizando los elementos químicos que componen el agua H2O, y la palabra agua en lugar de las palabras Dios y Verbo. Le invito a leer con cuidado lo que viene a continuación y luego saque sus propias conclusiones.

En el ejemplo siguiente:
H2O equivale a la palabra Verbo.
Agua equivale a la palabra Dios.

H2O = Verbo
Agua = Dios

Así que lo que sigue es una idea análoga de lo que declara el apóstol.  

En el principio era el H2O, y el H2O era con el Agua, y el H2O era Agua. Éste, el H2O, era en el principio con el Agua. La misma analogía según el texto de la Biblia del Oso 1569 sería de la siguiente manera: “En el principio era el H2O, y el H2O era con el Agua, y el Agua era H2O.” Si no le parece bien, puede invertir los términos y leer de la siguiente manera: “En el principio era el Agua, y el Agua era con el H2O, y el Agua era H2O.

         ¿No le queda la impresión de que el ejercicio anterior nos ayuda a aclarar una gran verdad teológica? Y que, así como el agua y el H2O son idénticamente lo mismo, y el H2O es lo mismo que el agua, Dios y el Verbo son uno y el mismo. Esto está tan claro como el agua cristalina. Y así es más sencillo entender las palabras de Jesús cuando dijo el Padre y yo, uno solo somos; el que me ha visto, ha visto al Padre; Creedme que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí; y si no, creed por las obras mismas.  



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