EL SALMO 10
Ante tanta maldad e injusticia
social que se ve reflejada mediante la corrupción política, las guerras, los ataques
terroristas, el abuso de autoridad, la discriminación racial, y otros actos
delictivos como violación de derechos, tráfico humano, prostitución, abuso infantil, violencia doméstica, asesinatos, homicidios, atracos, robos
cibernéticos, impunidad delincuencial, y todos los demás hechos
que atentan contra la integridad de las personas, llegamos a un punto en el que
cualquiera pregunta: ¿Por qué, si Dios es todopoderoso, permite
tanta maldad? ¿Por qué no hace algo? La pregunta
ronda por la mente de millones que tratan de hallar por lo menos una
explicación al problema de tanto mal.
Lo mismo preguntaba el rey David. No una sino
varias veces a través de sus Salmos. Pero nunca perdió de vista la realidad
de la existencia de Dios, ni sus juicios; y jamás echó a un lado la esperanza de la salvación de Dios. Asunto
curioso es que existiendo entre nosotros la costumbre de leer los Salmos de la
Biblia para calmar nuestra angustia en tiempos de dificultad, y porque así
hemos sido instruidos, dejamos de ver que se hayan impregnados de
un análisis profundo que contrasta
el carácter de Dios y el del hombre.
El Salmo diez comienza con la pregunta
¿Por qué estás lejos, oh Jehová, y te escondes en el tiempo de la tribulación?
Y luego procede a referir las circunstancias sociales que lo contextualizan y
se nos ofrece en él una descripción
gráfica del hombre malo. Veamos lo que dice:
“Con
arrogancia el malo persigue al pobre, el malo se jacta del deseo de su alma. No
busca a Dios. No hay Dios en ninguno de sus pensamientos. Sus caminos son
torcidos, llena está su boca de maldición, y de engaños y de fraude. Debajo de
su lengua hay vejación y maldad. Sus ojos están acechando al desvalido, acecha
en oculto para arrebatar como un león desde su cueva. Se encoge, se agacha, y
caen en sus fuertes garras muchos desdichados y dice en su corazón que Dios ha
olvidado, que ha cubierto su rostro y que Dios nunca va a darse cuenta de estas
cosas.”
Parece
que la opinión del salmista nos lleva a la misma conclusión que tenemos. Es
decir, la conducta del malo predomina de tal manera que parece no existir
solución al problema de la inseguridad. Igual sucede hoy. Aumenta la injusticia
y los males se multiplican y adquieren nuevas formas. El mal existe y prolifera
tanto que cada vez se hace más difícil guiar a las nuevas generaciones a
valorar las virtudes morales y el amor al prójimo.
Por ello, el rey David levantaba
su voz y rogaba “levántate, oh Jehová Dios, alza tu mano; no te olvides de los
pobres.” Y preguntaba ¿Por qué desprecia el malo a Dios? El malo en su
corazón dice que tú no inquirirás. Pero al instante vuelve a rogar que Dios
“quebrante el brazo del inicuo y persiga la maldad del malo hasta que no
halle ninguna.” Luego, entre otros elementos del carácter de Dios,
agrega que Dios es Rey eterno y que Dios ha traído a juicio a las naciones.
Grandes
imperios han caído y hombres de grande fama y –aunque recordemos sus nombres y
sus hazañas- ellos han muerto. La Biblia advierte que después de la muerte
compareceremos delante de Dios para ser juzgados conforme a nuestras obras. Así
pues, que Dios no se ha olvidado de su creación. Dios traerá toda obra a
juicio.
El
final del Salmo concluye con una breve nota acerca del objetivo del
juicio de Dios, cual es “que no vuelva más a
hacer violencia el hombre de la tierra.” Esta
última sentencia dicta que la maldad e injusticia social que se ve reflejada en
la impunidad delincuencial, y todos los demás actos que atentan contra la
integridad de las personas, tienen su origen
completamente en el corazón del hombre. Del
corazón del hombre salen los malos pensamientos, los homicidios, los
adulterios, las fornicaciones, los falsos testimonios, las blasfemias (S. Mateo
15:19). Estas son las cosas que contaminan al hombre y le hacen mucho daño.
Ante
la maldad e injusticia social de la cual somos testigos, y teniendo en cuenta
la reflexión del salmista, aquella pregunta del ¿Por qué, si Dios es
todopoderoso, permite tanta maldad? Resulta
ilegítima, impropia, irrelevante y arbitraria. Pues Dios no es el
culpable de los males de los seres humanos. La pregunta correcta debe ser, entre
otras, ¿Por qué el hombre hace violencia? ¿Por qué, igual que Caín, se levanta
contra su hermano? ¿Por qué, teniendo libertad, escoge hacer mal y no
bien? ¿Por qué desprecia a Dios? ¿Por qué no hay Dios en ninguno de sus
pensamientos? !Esa es la pregunta que hay que hacer!
Siempre
esperamos que Dios cambie al hombre; pero es el hombre quien debe cambiar.
Dios es el mismo ayer, hoy, y por los siglos. La próxima vez
que veamos la maldad desarrollarse delante de nuestros ojos, ya conocemos al
culpable.
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