EL DERECHO A LA PROTESTA
todo se inició con un fuego muy pequeño que
si se hubiese extinguido enseguida nada de lo que hacemos mención hubiese
ocurrido.
La protesta se define como el
acto por el cual una persona expone su queja de forma vehemente en oposición,
inconformidad, por algo que considera injusto, inadecuado, e ilegal.
En
los últimos días, ha tenido lugar una
serie de protestas callejeras en importantes ciudades de los Estados Unidos con
motivo de la muerte de George Floyd en el momento de su arresto por parte de algunos
oficiales de la policía de Minneapolis, MN.
El
hecho suscitó
reacciones de inconformismo en toda la nación y las protestas pasaron a
convertirse en violencia, vandalismo, y hurto a la propiedad privada, por parte
de algunos manifestantes, junto con la provocación de actos incendiarios. Actos
que no hacen justicia y mucho menos aportan solución al problema del abuso policial.
Por el contrario, lo agudizan más.
Lo
anterior tiene su propio contexto. Un tipo de conducta generó resultados indeseables y todo lo que ha resultado a
partir de ese momento, incluido el deceso de Floyd, también es indeseable. Ni
el fraude, ni la muerte de un ciudadano, ni el abuso de autoridad, ni la destrucción
de la propiedad, ni ningún acto de los hombres que perjudique a su prójimo es
aceptable.
Aquí,
tiene amplia aplicación el mandamiento que dice: amarás a tu prójimo como a ti mismo, que por
momentos parece algo imposible de cumplirse entre los humanos, y sin embargo su
contenido es tan claro que no necesita una exegesis doctoral. Lo menos que una persona puede hacer para
demostrar que ama a su prójimo (al cual no conoce) es no hacerle daño. Ahora, ¿Cuánto más cuando lo conoce?
Decía
el apóstol Santiago, hablando de la lengua desenfrenada “cuán grande bosque enciende un pequeño fuego.”
Y lo que comenzó con una simple denuncia, resultó en la alteración del orden civil como lo hemos visto.
No sabemos hasta cuándo. Lo cierto es que si vemos las cosas desde su origen, todo
se inició con un fuego muy pequeño que si se hubiese extinguido
enseguida nada de lo que hacemos mención hubiese ocurrido. Así mismo, nuestros
actos pueden acarrear consecuencias funestas si no prestamos atención a lo que
hacemos y lo que hablamos.
Con todos estos sucesos también
recuerdo esa cita de la Escritura donde dice: “airaos pero no pequéis” (Efesios
4:26). Quienes protestan con violencia y sin remordimientos, publican la intención
de sus corazones haciendo lo que no deben. Cuán alejados de Dios quienes así actúan.
No importa que se escuden bajo un falso manto de justicia y de igualdades
civiles, quien levanta la mano contra su prójimo que nada le ha hecho, es un Caín.
Por lo tanto, si algo nos incomoda y nos parece injusto hay que protestar con
vehemencia, con argumentos sostenibles, con evidencias que exhiban el mal que
se denuncia, pero sin hacer un mal mayor que el que se hizo, sin condenar al
inocente, sino exponiendo en público la vergüenza de quienes obran con alevosía.
Así, quien cree que puede hacer daño sin sufrir castigo lo va a pensar mucho
antes de hacerlo. Bien que se acomodan las palabras del apóstol que nos
aconseja “no seas vencido de lo malo, sino vence con el bien, el mal”
(Romanos 12:21).
Comentarios