CUANDO DIOS LES FUE FASTIDIO
Todo ser tiene
derecho a todo el bien de Dios. No obstante, este derecho conlleva.........
La
desobediencia de Adán y Eva marcó el inicio de una vida autónoma y libre conciencia;
pero acompañada de la incómoda
(para algunos) amonestación de Dios. ¿Cómo decir esto de una manera menos
drástica? Es algo difícil porque la contrariedad surge cuando, en la relación
Dios/Hombre, éste último desea ejercer los derechos (voluntad y libertad de
conciencia) que en su bondad el Creador le ha concedido. Y ¿Por qué? Sencillamente, porque ninguna
incomodidad emana al ejercerlos; y porque no es el
ejercicio de los derechos, sino las imposiciones del deber y las obligaciones
que les son inherentes. Por ejemplo, en el campo laboral
entendemos que todo obrero tiene derecho a disfrutar de un salario; pero
sabemos que ese derecho conlleva la imposición del trabajo.
Ahora, si queremos, podemos distinguir
entre derechos naturales y derechos adquiridos, sin embargo, en ninguno de los
casos se pueden eludir las responsabilidades propias de cada uno de ellos. Dicho
de otra manera, no debemos evadirlos a fin de que los derechos sean legítimamente
adquiridos. Dicho esto, nos vamos al argumento que nos ocupa.
Caín y Abel crecieron con igualdad de
derechos. La libre conciencia de Abel (quien seguramente deseaba relacionarse
con el Dios al que desobedecieron sus padres) posiblemente produjo en Caín
celos y deseos de causarle la muerte. Y aunque el
veredicto bíblico declara culpable a Caín, cualquiera puede cuestionar de la siguiente manera: ¿Y qué
de su derecho a expresar sus sentimientos? ¿Acaso, debía buscar a Dios lo mismo
que Abel? ¿Tenía que tolerar la intervención de Dios en su vida? La respuesta a
este interrogante es que su libertad no lo obligaba. Él, (Caín) tenía libre voluntad y
capacidad para decidir lo que quería hacer. Pero al pensar hacerle daño a su
hermano, abiertamente dio a conocer sus intenciones y reveló su desinterés personal por el
Creador. Y alguien más
dirá: si Abel hubiera sido del mismo carácter que su hermano, no hubiese tenido
lugar el homicidio.
De todos modos, como quiera que se
analice el drama, hay que tener presente que al ser interpelado por Dios, Caín respondió:
¿Acaso soy guarda de mi hermano? Respuesta de
libre expresión y voluntad que sigue resonando a través de los tiempos, y
conducta que se mantiene latente hasta alcanzar nuestros días.
Es inquietante percibir hoy en las personas
una actitud irreligiosa e irreverente en lo que a Dios se refiere. Actitud soberbia,
idéntica y también semejante a la de algunos personajes mencionados en la
Historia Sagrada, quienes cerraron sus oídos para no oír lo que Dios decía.
Conceptuaron al Altísimo y Santo Creador de acuerdo con la maldad de sus
corazones, creyendo que él era como uno ellos y que ellos eran poseedores de
los dones que les había sido dados Por ello, muchos, siguiendo el camino de
Caín, otros la senda de los sodomitas, otros abrazando el terror de los
violentos, y las mañas del tramposo siguieron y continuaron perpetuando la
descendencia de los malignos sobre la tierra, y aun siguen desplegándose
delante de nuestros ojos como en el relato bíblico de la antigüedad.
La ley de Dios es cuestionada y
desobedecida. Se reta su autoridad. No hay duda de que cada vez más se manifiesta el hombre de pecado,
el hijo de perdición, el 666, que se opone y se levanta contra todo lo que se
llama Dios o es objeto de culto. Como en el Génesis,
vemos lo mismo hoy: “que la maldad de los hombres es mucha en la
tierra” y los designios de los pensamientos del corazón, es de continuo
solamente el mal.” Y como en los días de los Jueces sobre Israel, en la era
digital es evidente que la conducta de los hombres no cambia: “cada cual hace lo que bien le parece.” Porque
cada uno es dueño de su propia vida y hace con ella lo que quiere. Porque para
ellos el valor de su prójimo es su utilidad. No son guardas de sus hermanos
sino usuarios de ellos. Para colmo de males, cuando se les amonesta de
inmediato claman que dios los ama de manera incondicional tal y como ellos son;
porque su dios los ha hecho así. (dios en minúscula).
Sin vacilamento alguno, me atrevo a
decir que el dios de los cainitas, de los sodomitas, de los violentos, de los políticos
y científicos corruptos, no puede ser otro que el “dios de este mundo” “el
príncipe de las tinieblas.” Bien lo dijo Juan el teólogo: “el mundo entero
está
bajo el maligno” (1 Juan 5:19). Y esto no debiera ser así. Porque si
escucharan al verdadero Dios, a Jesucristo, no pondrían por obra sus maldades
como lo hacen hoy. Todos los noticieros informativos ofrecen innumerables
ejemplos de la maldad que se ha desatado sobre la tierra, juntamente con sus
protagonistas. Y las falsas noticias aumentan la desconfianza en el corazón de
la gente de tal manera que hasta la verdad se pone en duda. Si escucharan al
Dios verdadero también fueran herederos de Dios y coherederos con Cristo igual
que aquellos que se han reconciliado con él.
No hay incertidumbre para decir que Dios ha dado a todos los individuos de todas las generaciones,
oportunidad para que se vuelvan de su mal camino. Como le dijo a Caín: “Si
hicieres bien, ¿no serás enaltecido?, y si
no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su
deseo, y tú te enseñorearás de él (Gén.4:7). Podemos elegir pecar o dejar de
pecar. Caín, escogió su propio camino. Así pues, cada
cual termina su vida siendo lo que es, en virtud de su propia voluntad y libre
conciencia.
Pero la sentencia de Dios no ha
cambiado y sigue vigente: Dios juzgará a los hombres, y
recompensará a cada uno conforme sean sus obras. Para Dios no existe
acepción de personas. Todo ser tiene derecho a todo el bien de Dios. No
obstante, este derecho conlleva, como dije al inicio, las imposiciones del
deber y las obligaciones que les son inherentes.
Si Abel hubiese sido del mismo
carácter que Caín, tal vez tuviéramos dos fratricidas en lugar de uno, y tampoco
distinguiríamos la diferencia entre el justo y el impío. Si Lot hubiese
consentido en la conducta de los sodomitas, hubiera cedido a las demandas de ellos
y habría terminado siendo quemado con el mismo fuego que destruyó a Sodoma y a
Gomorra. Si Noé hubiera aceptado vivir igual que los hombres de su generación,
no habría construido el arca y también hubiese perecido en el diluvio. Pero
ellos (Abel, Lot, Noé)
contrario a los malignos, aceptaron la amonestación de Dios, él fue su luz, y
ellos voluntaria y libremente siguieron el camino que les fue señalado. Dios
nunca les fue fastidio. Por esto, Dios no se avergüenza de ser el Dios de ellos.
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