LA ORACIÓN DEL JUSTO Y LA GRACIA DE DIOS


ESTA ES LA ORACIÓN DEL JUSTO

“Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, El Señor no me habría escuchado. Mas ciertamente me escuchó Dios; atendió a la voz de mi súplica. Bendito sea Dios que no echó de sí mi oración, ni de mí su misericordia.” (Salmo 66:18-19).

Las palabras “si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad” indican una de las maneras de responder a las circunstancias difíciles de la vida, cual es, actuar bajo el impulso de emociones desenfrenadas y decidirse por tomar un curso de acción que, aunque sabemos que es malo, pensamos que así vamos a lograr la solución del problema.

          El escritor del salmo en cuestión dice claramente que si él hubiese cometido un acto contrario a la voluntad de Dios, “no lo habría escuchado.”  Y ¿Por qué? Porque recurrir al pecado, como medio de salida a su problema, lo coloca en una posición totalmente contraria a la voluntad de aquel a quien pide ayuda.

         La teología de la oración moderna indica que Dios oye nuestra oración sin importar lo que hayamos hecho, lo cual, no debe confundirse con la oración del pecador que se arrepiente. En un documental fue entrevistado un asesino a sueldo quien declaró que “siempre se encomendaba a Dios para que nada malo le sucediera mientras trabajaba.” Un pastor en un mensaje reciente dijo que “no importaba ni aun lo malo que alguno hubiese hecho la semana pasada, Dios estaba allí dispuesto a escuchar.”

          Parece que el concepto de un Dios misericordioso es mal interpretado y remplazado por un concepto humanista que lo vuelve cómplice del pecado del hombre. Esto equivale a decir que Dios “le sirve al hombre” de tal modo que el hombre se convierte en “dios” y Dios en su “servidor” pues está dispuesto a escucharle sin importar lo que haga.

          Pero esto no es lo que dice el salmo ni lo que dice su escritor. Antes bien, lo que declara y afirma es que Dios le escuchó porque no echó mano de la iniquidad. No utilizó el pecado para hallar respuesta a su petición, sino que esperó completamente en Dios a pesar de su condición de hombre. Y aun, en su naturaleza pecadora, frenó en sí mismo todo impulso que le llevara a pecar. Por ello, Dios tuvo de este hombre misericordia, y como dice al final del salmo: “Bendito sea Dios que no echó de sí mi oración.”  No fui rechazado, Dios me escuchó, Dios tuvo de mí misericordia. Contaré lo que ha hecho a mi alma. Aunque pecador, me aparté del pecado y Dios tuvo gracia para mí.

          Este hombre actuó guiado por el espíritu y no se dejó arrastrar por la carne. La conducta del escritor es la de un hombre espiritual como lo describe Pablo en la carta a los Gálatas “los que son de Cristo han crucificado la carne, con sus pasiones y deseos (Gál. 5:24).” Y actuó en conformidad con el consejo apostólico que dice“Consideraos muertos al pecado y vivos para Dios. Tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad; el pecado no se enseñoreará de vosotros” (Rom.6:11-14). Esto es exactamente lo que hizo el autor del salmo.

Recordemos también las palabras del proverbista: “Aunque el pecador haga mal cien veces, y prolongue sus días, con todo yo también sé que les irá bien a los que temen a Dios, los que temen ante su presencia. (Ecl. 8:12).  Y: “Jehová está lejos de los impíos; pero él oye la oración de los justos (Prov. 15:29).


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