DOS MILLAS
“no nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos si no desmayamos"
Cuando pienso que hay que llevar
la carga del necesitado por dos millas, me asusto. Dos millas son 3.21
kilómetros. Es una distancia considerable sobre todo si la carga pesa más de lo que podemos soportar. Y cuando uno se ha
comprometido a hacerlo, en la mitad del camino puede preguntarse ¿Quién me mandó a ser tan generoso? Y pudiera decir que no vuelve a
comprometerse.
Hacer
un favor cuesta. Y mucho más cuando
lo hacemos presionados por la obligación, o el compromiso, o por lo que sea,
pero cuesta. Es en el sermón del monte donde hallamos el deber de no
resistir al malo, de presentar la otra mejilla, de entregar la capa, de caminar
dos millas con quien nos demande una. Si tomamos literalmente estas palabras
quedamos mudos y sin saber qué hacer.
Y entonces ¿Qué otra opción tenemos?
Bueno,
el Señor Jesucristo enfatizó lo práctico de la ley y la importancia del amor al prójimo
haciéndole ver a los oyentes que si alguno se consideraba más justo y generoso que los demás, debía pensar que el
malo también era justo y generoso con los suyos; y por lo tanto no había
diferencia entre unos y otros. Por ello recalcó “amad a vuestros enemigos.” ¡Vaya sermón!
Pero
deseo volver al tema de las dos millas porque, para nosotros, es sinónimo de
ayuda y guía al practicar la misericordia. El bien que hagamos debe estar
conforme a nuestra capacidades. Ofrecer lo que no poseemos es irracional.
Entonces, ¿Cómo llevar la carga por dos millas, cuando solo podemos una?
Para
esto propongo que la primera milla corresponde a la intención de ayudar.
Y la segunda milla a la voluntad para ayudar. Como dije antes, hacer un
favor cuesta. Sin embargo, cuando hay voluntad para hacerlo no importa cuántas millas se caminen. Dice la Escritura: “y de
hacer bien, y de la ayuda mutua no os olvidéis porque de tales sacrificios se agrada
Dios” notemos que ayudar es un sacrificio. También dice: “el que hace
misericordia, con alegría” ¡Claro! Porque si no hay alegría al momento de hacer
el bien, no hay voluntad. Y si no hay
voluntad, menos intención de hacerlo. Luego, si no hay intención ni voluntad ¿Podremos
caminar la primera milla? (Sin comentarios).
Aún otro versículo de la Biblia dice: “cada uno dé como propuso en su corazón: no con
tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre” Dios
ama a quien hace misericordia con alegría y voluntad “porque si primero hay
voluntad dispuesta, será acepta según lo que uno tiene, no según lo que no
tiene” Dios no exige que demos lo
que no tenemos; pero ama el sacrificio de quien con voluntad y alegría hace bien
a los demás.
Para cerrar esta lectura solo resta citar lo siguiente: “no nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos si no desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe.” ¡Ojo! No podemos olvidar que la misericordia comienza en casa “si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo.” Quien hace misericordia con voluntad y alegría va más allá de la segunda milla. Ya no fija su mirada en lo que le cuesta, sino cuán lejos puede llegar. El amor es sufrido, es benigno.
Comentarios