SIGO ADELANTE
el objetivo final del plan divino
es precisamente la perfección absoluta del hombre.
Cada vez que alguien es acusado
de mala conducta se oye lo siguiente: “es que nadie es perfecto; todos cometemos
errores.” Y ha llegado a ser la mejor de las excusas del hombre. Al
comienzo de la Historia la disculpa de Adán fue “la mujer que me diste;” y
la mujer dijo: “la serpiente me engañó.” Pero hoy, tenemos una excusa
mejor elaborada que la anterior: “nadie es perfecto.” Por lo tanto, “no
tenemos a quien culpar.”
Así,
las aspiraciones de los hombres son cada vez más terrenales que la misma
tierra. Exceptuando a aquellos que buscan tener
derecho al árbol de la vida. Que si aun no son perfectos, saben que dirigen sus
vidas y marchan en esa dirección.
Para
el que piensa en absoluto “nadie es perfecto,” el evangelio de
Jesucristo es una locura, pero a Dios le plació salvar a los creyentes (los que
creen llegar a ser hechos a la imagen del Creador) por medio de esa locura de
la predicación, es decir, por el llamamiento a una vida de perfección.
Pensemos.
La
Escritura dice: Si alguno está en Cristo, nueva
criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.
Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió
consigo mismo por Cristo, no tomándoles en cuenta a los
hombres sus pecados (2 Cor.5:17-21) Por nosotros lo hizo pecado para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios. En
estos versículos se destacan los sustantivos: novedad, reconciliación, perdón,
y justicia. De aquí podemos deducir que el objetivo final del plan divino es
precisamente la perfección absoluta del hombre.
Mucho
decimos que esta perfección no es posible sino hasta cuando Dios restaure todas
las cosas. Sin embargo, mientras el Señor regresa, la Escritura le dice al creyente que debe hacer morir
lo terrenal en él, y
supone que (el creyente) se despoja del viejo hombre, y se reviste del nuevo,
el cual es engendrado por Dios, hecho conforme a su imagen, y que se renueva
hasta el conocimiento pleno.
Los
hombres son hechos a la semejanza de Dios. Desgraciadamente el pecado del hombre
ha destruido esa semejanza al punto extremo que, el hombre, parece más un
engendro del diablo que del Creador. Por esto, Pablo hace ver a sus lectores
que el viejo hombre está predestinado a morir por su propio albedrío; y la vía para escapar de la muerte es el nuevo
nacimiento. Y en tanto que el viejo hombre está próximo a su fin, el nuevo
hombre se levanta por el poder del Espíritu de Dios y se dirige a alcanzar
aquello para lo cual fue alcanzado por Cristo.
Estando
muertos en nuestro pecado, Dios nos dio vida. Habiendo muerto al mundo, hemos
resucitado con Cristo. Habiendo resucitado con Cristo, buscamos las cosas de
arriba. Despojándonos del viejo hombre con sus hechos, nos revestimos del
nuevo. Por lo mismo, el apóstol de los gentiles nos exhorta diciendo: “santos
y amados” vestíos como escogidos de Dios: de entrañable misericordia, de
benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia (Colosenses 3:12).
Esto es buscar las cosas de arriba, el reino de Dios y su justicia Esto es
ocuparse cada uno de su salvación con temor y temblor; esto es seguir al premio
del supremo llamamiento en Cristo; haber nacido de nuevo; esto es ser hijos de
Dios.
Santo
y bendito evangelio de Dios que le ofrece al hombre las más hermosa de las
promesas. Palabra fiel es esta y digna de ser recibida por todos; que Cristo
Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores.
La
Biblia plantea una vida cristiana activa, en desarrollo, dirigiéndose a un
objetivo preciso y claro, con nitidez, seguridad y plena certeza de que fructificará en lo que Dios ha dispuesto para el que le busca de
corazón. Dicho de otro modo, parafraseando al apóstol Pablo, El creyente puede
declarar: con Cristo estoy crucificado al mundo; con Cristo vivo para Dios en su
voluntad, en Cristo me formo (y continúo formándome) conforme a su carácter y a su imagen. Soy llamado a ser partícipe de su naturaleza divina. Sigo para lograr
alcanzar aquello para lo cual fui alcanzado por Cristo. De no ser así, por demás
murió Cristo.
Oración:
Señor, necesitamos atender a nuestra salvación. Que no dejemos de buscar
aquello para lo cual hemos sido alcanzados. En el nombre de Jesús, ¡Amen!
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