UNA CELEBRACIÓN MUY DIFERENTE A TODAS
UN
TESTIMONIO PÚBLICO
Bodas, aniversarios, cumpleaños, y sueños alcanzados, se conmemoran con
toda suerte de elementos que anuncian alegremente el momento que se hicieron
realidad. Otras veces, no pasan inadvertidas, se hace recuerdo de las derrotas
y las pérdidas que hemos sufrido. Celébrense o no, en tal remembranza, unas veces
a conciencia y otras generadas por algún fortuito suceso, se hace un balance de
lo que hemos vivido y cómo nuestra vida ha sido afectada por cada experiencia.
Claro, siempre será justificable la celebración de las
victorias. Por ello, toda gran ocasión es
memorable por medio de actos que exaltan los logros alcanzados. Un excelente
rendimiento académico justifica la entrega de un diploma. Ser elegido para
gobernar, conlleva una ceremonia de posesión.
Estos actos y todos los que buscan un reconocimiento público
o familiar, son protocolos que sellan y dan validez a sus protagonistas.
Al mismo tiempo, son estos actos, los que extienden esa “etiqueta oficial” que
legaliza la verdad del hecho consumado. En la vida cristiana sucede algo equivalente.
Solo que, como cosa extraña, la vida y la muerte se hacen presentes al mismo
tiempo.
Una vez que hemos decidido integrar nuestras vidas a Cristo, morir al mundo, vivir
para Dios, y habiendo aceptado conscientemente a JESUCRISTO como único
SEÑOR, participamos de una ceremonia que, aunque sencilla, está impregnada de un significado impar y exclusivo. Este acto
protocolario de celebración es conocido como el bautismo en agua. Por cierto,
nada que ver con nombres, padrinos, ni escándalos.
Esta
ceremonia es un acto cristiano y público mediante el cual, un cristiano profesante da entender
que renuncia a una vida de pecado, y muere a ella. Este acto, simultáneamente significa,
que ahora abraza la nueva vida que Dios le ofrece. Y que así, como para
iniquidad en un tiempo ofreció sus miembros para servir a la injusticia,
así ahora, presenta sus miembros para servir a la justicia y vivir para Dios como
resucitado de entre los muertos (Romanos 6:15-23) llegando a cumplirse la
verdad del evangelio que dice: “Si alguno está en Cristo, es una nueva criatura. (2 Corintios 5:17).
De hecho, hay que aclarar que el cristiano no es un
aburrido. Que no lleve una vida desenfrenada y licenciosa, no es argumento para
calificarlo como tal. Sus actos de celebración contienen un significado que
llega mucho más allá de lo que el mundo puede imaginar. Es el gozo de cruzar y
pasar del placer a la felicidad; de la enemistad a la fraternidad; del rechazo
al respeto; del engaño a la verdad; de lo efímero a lo eterno; de la esclavitud
a la libertad; de la injusticia a la justicia; pasar de muerte vida; es salir
de Egipto hacia la Tierra Prometida. ¿Ha celebrado algo semejante? ¡Qué
protocolo y qué ceremonia! ¡Cuán excelente significado!
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