LAS INJUSTICIAS DE LA VIDA

SALMO 73

Pensar que a las personas buenas les suceden cosas malas y que a los malos les acontecen cosas buenas es lo mismo que un espejismo en el desierto. Donde quiera que habite el hombre, existirán las desigualdades por causa de su propia injusticia; y tampoco hay hombre que, junto al gozo y la alegría, nunca experimente dolor y muerte. Tarde o temprano cada uno vive su propio momento.
          Este hecho es muy cierto. Sin embargo, dejarnos arrastrar por el espejismo de injusticia aparente, puede empujarnos a negar la existencia de un Dios justo. Claro, hay quienes reniegan y acusan a Dios por lo que acontece. Otros, absolutamente lo niegan. Pero para quien espera hallar en él respuesta a su interrogante, hay palabras de esperanza. No de la esperanza que se pierde al final, sino de la que tiene cumplimiento.

          El hebreo Asaf, al ver las injusticias de la vida, dijo: “tuve envidia de los arrogantes, viendo la prosperidad de los impíos. Porque no tienen congojas por su muerte. No pasan trabajos como los otros mortales, ni son azotados como los demás hombres. La soberbia los corona y se visten de violencia. Ponen su boca contra el cielo y su lengua pasea la tierra. Sin ser turbados del mundo, alcanzaron riquezas.” Y en medio de su queja llegó a la conclusión de que una vida recta, honesta, en los caminos de Dios era inútil, y una estupidez. Dijo: “en vano he limpiado mi corazón, y lavado mis manos en inocencia.”
         
          No obstante, reflexionó en la justicia de Dios, y se dio cuenta de que, al convertirse en hombre arrogante, soberbio, y violento, iba a incurrir en un mayor pecado sirviendo de mal ejemplo a otros, siendo él temeroso de Dios. Confesó haber sentido amargura en su alma y punzadas en su corazón. Pero reconoció: “era como una bestia delante de ti. Por poco resbalaron mis pasos”

          Al final, luego de una muy sensata meditación en los hechos de Dios y la conducta de los hombres, concluyó declarando públicamente de la siguiente manera: “Ciertamente Dios es bueno para con los de limpio corazón. ¿A quién tengo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Mi porción es Dios para siempre. Tú destruirás a todo aquel que de ti se aparta. Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien.”

Las desigualdades sociales han sido siempre parte de la existencia humana. Pero llegar a pensar que Dios recompense al impío por su maldad es un error. El hecho de que Dios sea paciente para con todos, no queriendo que ninguno se pierda, sino que todos procedamos al arrepentimiento, es muy distinto y muy diferente a que en el día del Juicio él condene al justo premiando al impío. ¡Cuidado! Que el espejismo de la injusticia no nos desvíe de la justicia divina.

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