DIOS EN MEDIO DEL DOLOR Y EL DESASTRE


diga usted a quién debemos culpar

Cuando llega el momento del dolor y del desastre a nuestras vidas, es común entre algunas personas reaccionar con cuestionamientos acerca de la intervención divina. ¿Dónde está Dios? ¿Por qué Dios permite que estas cosas sucedan? ¿No tiene poder para evitar los desastres? Preguntas similares, y algunas que buscan esparcir un espíritu ateísta, abundan y pretenden permear la sencillez de otros que de buena manera aceptan la existencia de un Dios justo, bueno, misericordioso, que castiga el pecado, ama la santidad, y la justicia; pero al mismo tiempo tienen conciencia de que si él no interviene, milagrosamente, no por eso dejan de creer en él y no por eso dejan de obedecer sus mandamientos. 

          Cuestionar la no intervención de Dios, en los eventos naturales, o en las circunstancias en que se desarrolla el drama humano, carece de buen juicio y es una falta de discernimiento. De forma análoga, pensemos en el libre albedrio del hombre. ¿Dios somete a la fuerza la voluntad de alguno? Antes bien, cada cual la ejerce a su propio criterio. Claro, toda decisión acarrea consecuencias. Pero Dios no obliga, ni extorsiona a ninguno para que le obedezca. Que Dios haya querido reconciliar al mundo consigo mismo por medio de JESUCRISTO, es una cosa.  Y que el hombre desee reconciliarse con Dios, abandonando su pecado, es otra.

          En los dramas sociales, familiares, y de relaciones interpersonales en las que tienen lugar las riñas, las intrigas, los odios y las rencillas, las infidelidades, los fraudes, la corrupción administrativa, los homicidios callejeros, los feminicidios, las violaciones, los asesinatos a sueldo ¿Acaso, desean, sus protagonistas, que Dios intervenga milagrosamente para que nada suceda? Cuando el hombre es la víctima del atropello clama por justicia; pero si puede lograr ganancia a costilla de los demás, entonces ¡viva la prosperidad! Bien lo dijo el Señor en el momento de su crucifixión: “no saben lo que hacen.” Porque el hombre no se da cuenta del daño que se hace a sí mismo con su injusticia.

          Por otra parte, la contaminación ambiental, la destrucción de la flora y la fauna, la proliferación de elementos no biodegradables, la destrucción de vías fluviales por causa de los desechos químicos, el exceso de basuras, los aerosoles, los contaminantes químicos, contribuyen al calentamiento global. ¿Y qué decir de la explotación indiscriminada del suelo? Todos estos elementos son la mano y obra del hombre por medio de sus corporaciones gigantescas y prósperas, cuyos ejecutivos gozan de un prestigio inalcanzable para la gran mayoría. ¿Y dónde está Dios, en todo esto, que no hace nada por impedirlo? Nuevamente, este tipo de reclamo carece de buen juicio y de discernimiento. Lo correcto es preguntar ¿Qué ha hecho el hombre con la libertad y los dones del entendimiento y el conocimiento que le fueron dados?

Si reconocemos el mal que habita en el corazón del hombre, no hay por qué culpar a Dios. Antes bien, ha sido por su misericordia, que el número de víctimas azotadas por la serie de huracanes en la región caribe, y los terremotos en México, no ha sido mayor. Y, aun así, teniendo Dios misericordia, hay quienes aprovechan las circunstancias del dolor y la tragedia para cometer toda suerte de robos y llevarse, sin derecho, cuanto pueden. Otros, aumentan con creces el costo de los elementos básicos para la subsistencia; (en Tampa, FL se llegó a vender un galón de agua por US $15.00) y también están aquellos que se enriquecen con la ayuda humanitaria, la cual aprovechan, para adueñarse de algunos bienes que nunca llegan a manos de los necesitados.

Así, con un cuadro tan claro y tan nítido, diga usted a quién debemos culpar. ¿A Dios, que nos ha dado todas las cosas para que todos tengamos lo suficiente? O ¿Al hombre, que se ha corrompido y separado de Dios? ¡Diga usted!

Comentarios

Entradas más populares de este blog

NADIE HA HABLADO COMO ESTE HOMBRE

LA MÁS PEQUEÑA DE LAS SEMILLAS

MEJOR QUE SE LES ATE UNA PIEDRA AL CUELLO