LA ESPERANZA QUE NO SE PIERDE

 

“No te dejaré ni te desampararé

Era ya medianoche cuando regresaba de trabajar, y durante el trayecto pensé en una persona muy cercana a nuestra familia quien se hallaba en un estado de salud muy grave. En aquel instante, volvió a mi memoria esa ineptitud que experimentamos frente a la adversidad.

          En el camino seguí reflexionando en esta incapacidad nuestra, e imaginé en mi mente la escena cuando Jesucristo le dijo a sus discípulos si querían marcharse. Recordé entonces que el apóstol Pedro respondió con dos declaraciones que, a mi parecer, son fundamentales en la vida de cualquier persona, sobre todo, por lo que expresan. La primera, en forma de pregunta fue, - ¿A quién iremos? – y la segunda a modo de afirmación, ¡Solo tú tienes palabras de vida eterna!

          Aunque el apóstol no enfrentaba tragedia alguna en el momento, sus palabras resonaron con tanta relevancia en mi mente que, dibujaron de inmediato esa reacción nuestra de buscar ayuda cuando no sabemos qué hacer ni qué decir.

          Por ello, su pregunta y su declaración se integraron a mi ruego y oré diciendo: - Señor, si tú, que eres nuestra esperanza, no obras en nuestra vida frágil, ¿A quién iremos? Y si tus palabras, que son vida eterna, no dan fuerza al afligido, ¿Qué haremos?

          Aunque constantemente nos rodean las preocupaciones, entiendo que Dios es fiel a su palabra y su palabra permanece para siempre. Así, al recordar a esta persona muy querida y cercana; considerando su estado de salud; y mi incapacidad para hacer algo en su auxilio, hallé que no tenía a quién más recurrir para interceder a su favor. Porque me fue y me es imposible hacer lo que Dios puede y yo no puedo (lo imposible). Medité en sus promesas y dije dentro de mí, verdaderamente nadie ha hablado así como el Señor.

          Sus palabras “el que cree en mí, aunque esté muerto vivirá” sosegaron mi espíritu y me sentí tranquilo aunque nada podía hacer. Unos segundos después, di gracias a Dios.

          Es común, en ciertas circunstancias, acudir a los hombres en busca de ayuda (confiando que sean leales) y porque Dios le ha dado al Hombre capacidad para desenvolverse en un sinnúmero de situaciones. Pero ante lo imposible, ante aquello que nos consume y abruma, no tenemos mejor camino que acudir al Señor, a aquel que todo lo puede, que es Dios sobre todas las cosas; y porque solo en él hay verdadera esperanza, la cual nunca se pierde. Asimismo, sus promesas son sí en él, y en él amén. Por eso, ante lo adverso evoco de nuevo - ¿A quién iremos? Pues solo Dios tiene palabras de vida eterna. Y afirmo junto al salmista las palabras en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien. 

         

          Yo sé que mi Redentor vive, y después de desecha mi piel, en mi carne he de ver a Dios. Y mis ojos lo verán, y no otro, aunque mi corazón desfallece dentro de mí. (Job 19:25).

  


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