NO TENGO UN CARAJO
Aunque el dinero no lo compra todo, si lo poseyéramos en
grandes cantidades ¡Cuánto pudiéramos hacer con él! Esto escuchamos y pensamos
a menudo pero solo basta tenerlo para ver qué haríamos y lo que sucedería
después.
La vida
nos enseña que todas nuestras posesiones necesitan cuidado y buena
administración. Todo lo que tenemos, el hogar, el trabajo, el auto, el perro,
las plantas, y hasta el piso de la cocina están sujetos a nuestro buen cuidado
y mantenimiento. Ahora, si no somos capaces de atender bien lo temporal y lo
que nos pertenece, ¿Quién nos confiará lo eterno?
Recuerdo
la parábola del hombre que yéndose lejos llamó a sus siervos y les entregó sus
bienes, a cada uno conforme a su facultad, (a uno le dio cinco talentos, al
otro dos, y a otro un solo talento). Y después de mucho tiempo regresó para
hacer cuentas con ellos.
Mi
atención siempre se detuvo en el siervo malo y negligente que, aunque devolvió
todo lo que se le había encomendado, terminó siendo despojado y lanzado a las
tinieblas. Esto me parecía hasta cierto punto injusto pues, decía yo, el hombre
fue honrado. Pero en mis reflexiones sobre el asunto logré encontrar un punto interesante,
y es que el hombre escondió el dinero de su señor, y
fue aquí donde pude percibir la estrecha relación que hay entre lo que tenemos y
lo que hacemos con ello.
Si bien no
recibió mucho, tampoco realizó un trabajo digno que mereciera la aprobación de
su conducta. Simplemente regresó lo que le había sido encomendado. Pero nada
hizo que fuera provechoso. Nada!
Interpretando
la narración bíblica, veo que el talento puede comparase con nuestra existencia.
Es decir, que por muy poco que tengamos, o hayamos recibido, ese talento bien
puede representar la vida y el tiempo que poseemos, y en los que ejercemos
nuestra libre voluntad. Es un talento valioso que nos es común a todos los
seres humanos, concedido sin reproche y si distinción de ninguna clase. Aunque,
a decir verdad, somos muy dados a desperdiciarlo ocupándonos en muchas cosas improductivas
y nada beneficiosas.
En la parábola
de los talentos, no es la abundancia ni la escasez lo que determina el resultado
final; sino lo que cada uno hizo con lo que recibió. Por otra parte, si bien es
cierto que la escasez económica dificulta la vida, (dice el negligente: ¿Qué puedo
hacer con un talento?), de la misma manera con prudencia y sabiduría la vida
puede resultar agradable. Si la aprovechamos bien. Porque igual hay quien teniéndolo
todo, la malogra y la pierde.
Al decir
que no tenemos un carajo, (en oposición al que todo lo tiene), creamos una hipérbole;
exageramos y nos tornamos extremistas. Porque, a fin de cuentas algo tenemos
por insignificante o poco que nos parezca. Ignoramos el
excelso valor que poseen el talento de la vida y el tiempo que se nos ha
concedido. Si no somos juzgados por la abundancia, sí somos juzgados por
lo que hacemos. Así que, teniendo oportunidad para corregir nuestras vidas, esperanza
hay de que algo bueno seamos capaces de hacer. Todavía un talento puede lograr
una gran diferencia.
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